Decía Díaz Ayuso, para justificar que bajo su gestión no se trasladara a miles de personas mayores de las residencias a los hospitales durante la pandemia con el consiguiente fallecimiento de las mismas, que "se iban a morir igual".

Verdaderamente la muerte es lo más democrático que existe porque nos iguala, pero no es igual morirse solo que acompañado. La vida no es una sucesión de acontecimientos sin conexión sino que es un cúmulo de afectos, incertidumbres y fracasos, por eso lo mínimo debería ser morirse con cuidado, ahí radica la dignidad de aquellas personas para las que se termina todo: que no puedan ser consideradas un daño colateral, algo prescindible, sin importancia, algo que parece producto casi de un accidente inevitable. No se podrá evitar que la gente muera, pero sí que se puede intervenir en el cómo hacerlo, en qué circunstancias, bajo qué premisas.

Es curioso el concepto de vida que maneja la Presidenta de la Comunidad de Madrid, para la cual según palabras textuales el aborto es un asesinato y quien está empeñada en incluir en el Registro Civil a los no nacidos para que cuenten a efectos legales de la familianumerosa, que parece más preocupada por afianzar, salvar y rescatar todo lo que no ha sido que todo lo que sigue siendo. Parecería que es más importante poder contar en la institución familiar con un hijo que no llegó a nacer que mantener a un abuelo porque este ya no sirve, no es útil para este sistema productivo.

Se acoge así Ayuso al "es ley de vida" en lugar de asumir su responsabilidad. Una responsabilidad de su gestión como representante público que estamos la obligación de denunciar porque, por supuesto, que las cosas podrían y debían haberse hecho de otra manera. La falta de autocrítica por su parte, el seguir manteniendo con esa frialdad lo acontecido, demuestra que de estar en la misma situación actuaría de la misma manera.

Tal vez ser provida, quién sabe, tenga más que ver con cómo tratamos la vida, no solo la propia sino la de los demás, cómo atendemos a las necesidades del otro, cómo nos relacionamos, cómo ponemos freno a las subidas de los alquileres, cómo hablamos del salario mínimo, cómo nos preocupamos con los que están peor, no tienen las mismas oportunidades, con los que siempre pierden, que con plantarse enfrente de una clínica a gritar en contra de las mujeres que deciden interrumpir voluntariamente un embarazo o con votar que no a una ley sobre la eutanasia.

Tal vez nos merecemos algo mejor que este infame sálvese quien pueda.