Quiso la leyenda que finalizando los años 60, la superagente Carmen Balcells reuniese en su despacho a dos autores a los que haría una propuesta de esas que no se olvidan. Los autores eran Juan Madrid y Manuel Vázquez Montalbán. Y la propuesta no era otra que la de crear un detective al estilo de los detectives de novela negra, pero con tintes ibéricos. Juan Madrid se lo pensó y Vázquez Montalbán no tuvo duda alguna. Así fue como nació Pepe Carvalho.

Pero quizás esto no fuera así y fuera como lo cuentan las rondallas mallorquinas, es decir, de otra manera, tal y como apunta Miqui Otero en el prólogo a la primera novela de Pepe Carvalho, titulada 'Yo maté a Kennedy' y que la editorial Planeta acaba de sacar para conmemorar el medio siglo de su primera edición.

Se trata de la primera entrega, ya dijimos, del detective de origen gallego. Con todo, siguiendo con el prólogo tan acertado que se marca Miqui Otero, podría ser cualquier otra, o incluso no ser, ya que se trata de una novela, pongamos, experimental, siguiendo el momento en que fue publicada, cuando el experimentalismo en la literatura española vino a romper con el realismo objetivista.

La tendencia vanguardista de aquellos años duró poco, el tiempo suficiente para que un autor como Vázquez Montalbán nos presentase a su antihéroe, un detective con ecos intelectuales donde Marx y Marcuse aparecen a través de un discurso que acaricia la piel cosmética de Jacqueline Kennedy. Una época de claroscuros en la que España se preparaba para asistir a la muerte de Franco, y con ello se disponía para entrar en la modernidad, siempre al dictado de Estados Unidos, claro.

Pero lo que nos trae aquí, aparte de celebrar la reedición del primer Carvalho, es la política o mejor aún, el mito, ese relato racional construido a partir de símbolos, incógnitas cuya solución se encuentra arraigada dentro del mismo símbolo. Y Kennedy es, en sí mismo, una aleación de símbolos que no han sido derrotados, por lo cual cada día que pasa el mito está más vivo que el día anterior, como una de esas consignas del día de San Valentín: "Kennedy está hoy más vivo que ayer pero menos que mañana".

La denominada crisis de los misiles de Cuba tuvo al mundo pendiente de un hilo enhebrado con la amenaza de una Guerra Mundial. Lo estamos reviviendo ahora, con la guerra de Ucrania, origen del próximo conflicto y donde los medios de comunicación globales han construido un mito con atributos de comediante. Me refiero a Zelensky, un héroe tan global que ha sido capaz de aunar a su alrededor a fuerzas aparentemente contrarias en la lucha institucional por la bolsa pública.

Como ejemplo de esto tenemos a Gabriel Rufián y a Santiago Abascal, dos iguales para hoy que han rimado sus palmas, demostrando que ambos comparten el mismo discurso aunque, en apariencia, hagan hacer creer a la gente que luchan por algo diferente. Para eso están los medios de comunicación, cuya labor no es otra que la de mostrar la mentira como una verdad a medias.

La otra mitad de la falsedad la construyen a base de símbolos cuyo enigma se resuelve con un libro en la mano, al poder ser este de Vázquez Montalbán, donde Carvalho se nos presenta como un converso, un antiguo militante comunista al servicio de la CIA. ¿Pero quién es realmente Carvalho? Nunca lo sabremos, pues como bien asegura Vázquez Montalbán: "Todos los informes sobre él son muy secretos, pero también muy inútiles".