"Ustedes son el conflicto, nosotros el diálogo". La frase es de Félix Bolaños, el Ministro de la Presidencia. Fue su respuesta al Partido Popular durante la sesión de control de esta semana.
El marco en el que está instalado el Gobierno está claro: ellos son portadores de buenas noticias y la oposición solo representa el catastrofismo. No parece que sea nada fortuito, todo lo contrario. Porque no solo Bolaños tiene este discurso, se lo hemos escuchado también en las últimas horas a Nadia Calviño. La vicepresidenta del Gobierno ha ido, incluso, más allá. Ha acusado al PP de Casado de desprender "energía negativa", provocando las risas de toda la bancada popular.
Parece que estamos ante una estrategia política clara. La de que se instale en la opinión pública que Casado y los suyos son los tristes. Futuro frente a bronca. Recuperación frente a crispación. "Vital entrega", ha defendido la ministra Calviño, frente al "discurso negativo y destructivo" que, según la ministra Reyes Maroto, tiene el Partido Popular. "Política útil y soluciones" y no "dolor e inmovilismo" que es lo que , según el Gobierno, dejó Mariano Rajoy en Cataluña.
Es el propio presidente del Gobierno quien ha adoptado este lenguaje en primer lugar. Y no es solo una cuestión de discurso, también hay detrás una intencionalidad en las formas. El nuevo equipo que rodea a Sánchez ha decidido sacarle a la calle, sentarle en las cafeterías, acercarle a la gente. Su presencia en La Palma después de la erupción del volcán no se dudó ni un minuto. Desde la isla pronunció sus primeras palabras dirigidas a los palmeros y las palmeras. A todos les pidió "tranquilidad" y les aseguró que "la seguridad está garantizada". Tranquilidad y seguridad.
Todo esto que les cuento tiene mucho que ver con el gobierno de las emociones. Porque los Gobiernos no solo gestionan políticas, también gestionan emociones. Y también se fideliza a los votantes influyendo sobre los estados de ánimo. En el libro 'El miedo. Historia y usos políticos de una emoción' de la editorial Clave Intelectual, se analiza cómo el conjunto de los comportamientos políticos es el que provoca emociones y que un buen gobierno también es aquel que es capaz de calmar el miedo que otros sujetos políticos quieren inyectar en la sociedad. En este ensayo, sus autores Boucheron y Robin sentencian que "el gobernante está en condiciones de apaciguar, sobre todo cuando él mismo suscita la emoción, para orientar las conductas de cada uno".
EL PSOE sabe mucho de esta teoría. La sufrió en las pasadas elecciones madrileñas. Díaz Ayuso era, permítanme la expresión, la alegría de la huerta. En medio de la pandemia ella hablaba de cañas. La gente necesitaba recuperar la normalidad, la vida social, los planes, la felicidad, olvidarse de la incidencia acumulada y ella les ofrecía todo eso y mucho más. Entonces los socialistas eran los que ponían el freno a ese optimismo desenfrenado y lo pagaron caro. Sánchez salió de ese batacazo como pudo. Llegaron las vacunas y con ellas una nueva etapa y una oportunidad para que la coalición cogiera aire. Apartó a muchos de los que le habían acompañado, renovando no solo las caras si no también los discursos. Es la hoja de ruta hasta las próximas elecciones: presentarse como el partido amable y positivo frente a un PP que solo busca la confrontación. En la dirección de Génova son conscientes de esta estrategia y reflexionan sobre cómo huir de la etiqueta que quieren colgarles los socialistas, pero al mismo tiempo creen que hay una España real que de verdad lo están pasando mal y que necesitan otras políticas.
Seguramente también llegará el día en el que Sánchez use el miedo. Porque los expertos mantienen que esta emoción es constitutiva de la autoridad política. Además de apaciguar, cuando se acerquen las elecciones, Sánchez señalará a Casado como el enemigo y como el peligroso adversario al que no hay que darle la oportunidad de que gobierne con la extrema derecha. No olviden nunca que unos y otros juegan con nuestras emociones. Porque también forman parte del arte de gobernar.