Los habituales de este balcón por el que me dejan asomarme una vez por semana los compañeros de lasexta.com saben que no me gusta mucho hablar de mi gremio, pero la ocasión merece que haga una excepción y les aburra con algo de metaperiodismo. La ocasión es la guerra que se libra a unas pocas horas de avión de aquí y en la que hay unos cuantos compañeros jugándose el tipo para que ustedes se enteren de todo lo que ocurre en Ucrania.

En estos tiempos de periodismo fast food, de clickbait, de titulares que "no dejarán indiferente a nadie", de superlativos innecesarios, de redes que arden y en los que cualquier cantamañanas con teléfono móvil y una cuenta en una red social se autodenomine periodista, es reconfortante ver cómo un puñado de tipos y tipas están en un sitio donde pasan cosas y lo cuentan lo mejor que pueden. Es decir, hacen periodismo como Dios manda. Y lo hacen en un escenario incómodo, peligroso, desagradable y hostil. Por Kiev anda nuestro Alberto Sicilia –que acumula ya unas cuantas guerras en su hoja de servicios– pasando frío, aguantando las bombas rusas, buscando historias y haciendo una docena de directos diarios para que los espectadores de laSexta vean qué pasa en ese rincón del mundo. Afortunadamente no es el único: Mikel Ayestarán, Luis de Vega, María Sahuquillo, Xabier Colás, el eterno Javier Espinosa y otros muchos compañeros de medios españoles hacen posible que podamos ver la primera guerra en suelo europeo de los últimos treinta años.

Sé de lo que hablo cuando digo que las noches de Alberto Sicilia y de los que andan por allí son eternas y los días, inacabables. Que la resaca de la vigilia agudiza el instinto de supervivencia. Que pasan por delante de él tantas historias a diario que lo que cuesta es descartar. Que a veces tiene ganas de dar todo lo que lleva encima a alguna de las víctimas de esta guerra. Que en ocasiones le pesa más el miedo y en otras, la rabia.

El 30 de diciembre de 1992, llegué a un Sarajevo destripado por los bombardeos serbios. Antes pasé por Turbe y Travnik, dos ciudades en las que la Armija bosnia y los serbobosnios luchaban con fiereza y donde cometí todos los errores posibles de un reportero novato. En el Holiday Inn de la capital –cuartel general de la prensa mundial– pasé la nochevieja más surrealista de mi existencia, acompañado por unos cuantos veteranos, tipos con el cinismo justo para ir de guerra en guerra sin romperse y con una calidad humana y profesional extraordinaria, periodistas sin la intención de cambiar el mundo, pero con muchas ganas de contar cómo cambiaba. En aquel Sarajevo de 1992 estaban Javier Espinosa, el añorado Julio Fuentes, Santiago Córcoles, Javier Bauluz, Alfonso Armada, Santiago Lyon… Estos días he repasado los cuadernos con mis notas de aquellos días en la guerra y aquella nochevieja alguien me dijo: "Te daré un único consejo. Sigue vivo para seguir contando".

Alberto y compañía: seguid vivos, seguid contando.