Veo avanzar la ultraderecha en el mundo y un escalofrío me recorre todo el cuerpo, pensando en cómo esto va a impactar en los derechos de todas nosotras. Discursos de odio a las mujeres, negación de la violencia de género y de las libertades de las mujeres. Se abre paso sin que la resistencia pueda frenarlo, mientras que las mujeres, como dicen las argentinas, no pueden votar a quienes las odian. Y así llegamos a un 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, lleno de campañas institucionales, que, como siempre, se dirigen a la mujer y no al hombre. Campañas oficiales que animan a denunciar, pero que no frenan a los hombres y así difícilmente avanzaremos. Porque cuando hablamos de violencia machista no solo hablamos de las 52 mujeres que han sido asesinadas en lo que va de año en España, sino de toda la violencia que se ejerce debajo de esta cifra que es la punta del iceberg.

Poner el foco en las víctimas NO es el camino para acabar con la violencia machista. Las mujeres víctimas necesitan protección, que no tienen, necesitan procesos judiciales rápidos, apoyo social en todos los ámbitos, necesitan recursos económicos para salir y poder ser libres. Las cifras lo dejan claro: aumenta un 5% el número de víctimas en España con respecto a 2022. Una violencia del hombre a la mujer que es estructural, que se cuela en todos los espacios porque debajo de la expresión más violenta, se esconde todo tipo de violencias, aceptadas socialmente y silenciadas en hogares donde se desata el terror, el control y la dominación durante años. Una violencia de género que muchos intentan negar. Una violencia que no entiende de color, de edad, de clase social. Una violencia que hay que denunciar cada 25N para no olvidar que "esto sigue pasando", aunque las mujeres callen, y para conmemorar a todas aquellas que no pudieron contarlo.

Ana Bella, superviviente de la violencia machista y directora de la Fundación Ana Bella, la mayor red de apoyo a mujeres víctimas en 72 países, lo deja claro: "Estamos tan solas". Y esa palabra 'SOLAS' retumba dentro de mí. Porque esa soledad y ese abandono que ellas sienten nos hace cómplices, a ti y a mí, a todos y todas, a la sociedad completa, a los medios de comunicación que siguen hablando de mujeres asesinadas y no de hombres asesinos, a los gobiernos que siguen sin destinar presupuesto suficiente para que estas mujeres sean protegidas y tengan soporte económico para salir de estas situaciones de desamparo, a la sociedad que no quiere ver y escuchar, a todas las personas que siguen pensando que este es un asunto privado, personal, en el que no podemos meternos, ¿cómo vamos a denunciarlo? La violencia machista es la mayor lacra social que tenemos y podemos pararlo si nos sentimos parte del problema.

Sin protección, las mujeres víctimas seguirán teniendo miedo porque solo el 20% de mujeres denuncian. Dejemos de poner la presión en ellas porque ellas simplemente luchan a diario por sobrevivir, por proteger a sus hijos e hijas cuando los tienen, por no ser un número más de las 1.236 mujeres asesinadas, desde 2003, por hombres que están ejerciendo una violencia de género, que se permite cada día.

Y lejos de desaparecer, el brutal aumento de la violencia machista en adolescentes nos deja sin palabras, preocupándonos lo que más la tendencia a la normalización de actitudes violentas contra la mujer, que el 70% no denuncia. Pero ¿qué esperamos? Solo hay que darse una vuelta por un chat de instituto, por las redes sociales o escuchar la canción de moda entre adolescentes para ser consciente de la violencia normalizada entre los jóvenes, donde la mujer aparece como sumisa y sometida.

Por todas las mujeres que sufren en silencio, que ni siquiera son conscientes, que están anuladas, calladas, que viven con miedo, rompamos el silencio. Porque nuestro silencio es cómplice y, como dice Ana Bella, todos y todas podemos ser agentes del cambio para acabar con esta realidad. Porque es de justicia social. El 36% de las mujeres maltratadas no se da cuenta de que lo está siendo. No las responsabilicemos a ellas, démosles la mano, nos necesitan. La sociedad en vez de recriminar la conducta del maltratador pone en duda a la mujer, culpabilizando a la víctima. ¡Ya está bien!

Rompamos el silencio. Ayudemos a las mujeres a salir de la violencia machista y denunciemos a los hombres que la están ejerciendo.