Emociones tan intensas como el amor o el odio convierten al cerebro en un maremágnum de moléculas. Dopamina, serotonina, oxitocina, adrenalina, cortisol, vasopresina... son algunos de los neurotransmisores protagonistas. Algunas técnicas de imagen como la PET (tomografía por emisión de positrones) permiten observar de forma indirecta la química de un cerebro enamorado. Aunque la ciencia no pretende resolver cuál es el sentido del Amor, o cuál es su causa, sí nos permite describir sus efectos. Sensaciones tan antagónicas como las mariposas en el estómago o la hostilidad hacia el diferente se reflejan en la bioquímica del cerebro.

La dopamina es la molécula estrella del enamoramiento. Se libera en el área tegmental ventral y viaja por diferentes regiones del cerebro conformando el sistema de recompensa, el mismo que activan algunas drogas o, en menor medida al comer algo delicioso o al contemplar una obra de arte que nos gusta. Cuando la dopamina alcanza el núcleo accumbens, relacionado con el placer y las adicciones, provoca una explosión de felicidad. Cuando llega a la corteza prefrontal, encargada de la toma de decisiones, la apaga volviéndonos dóciles. Esto nos impide ver los defectos de la otra persona y que cualquier plan propuesto que en otro momento rechazaríamos, ahora nos parezca perfecto. Cuando la dopamina llega al hipocampo, una región vinculada a la memoria, fija los recuerdos con intensidad, de ahí que todos recordemos vivamente el primer beso.

El enamoramiento va acompañado de una intensa actividad bioquímica que no se puede mantener eternamente. El frenesí del enamoramiento dura de media entre tres y cuatro años. Esto no significa que la química pone fecha de caducidad al amor romántico. Ni mucho menos. Lo que sucede en realidad es un fenómeno llamado tolerancia o habituación,igual que sucede con el consumo de drogas, que llega un momento en que no surten el mismo efecto que al principio. Además, los niveles de dopamina terminan por estabilizarse.

Después del frenesí empieza lo más interesante del amor romántico: la complicidad, la confianza, la admiración, la amistad. La molécula protagonista es la oxitocina. La oxitocina se libera en el hipotálamo y provoca una suerte de reprogramación de las conexiones neuronales. Esto coincide con la aparición de sentimientos de vínculo y apego.

Parejas que llevan más de veinte años juntas han participado en estudios para observar cómo se altera su metabolismo cerebral al observar imágenes de su pareja, de su mascota, de un amigo, de sus hijos o de personas que detestan. En estos estudios se usan técnicas de imagen como la PET(tomografía por emisión de positrones) que a través del uso de radiofármacos permite ver qué regiones del cerebro tienen una actividad más intensa. Sirve para observar el consumo de glucosa del cerebro o para determinar dónde se libera dopamina y oxitocina. En estos estudios se observó que los niveles de oxitocina aumentan tras los estímulos vinculados al amor de todo tipo. También se producenpicos de oxitocina durante el orgasmo, y a través de caricias y abrazos.

Durante la lactancia la oxitocina tiene un papel fundamental. Se ha observado que la succión del bebé activa la liberación de oxitocina. A su vez la oxitocina estimula la producción de prolactina, una hormona que se sintetiza en la hipófisis y estimula la formación de leche en la glándula mamaria. Cuando la oxitocina llega al torrente sanguíneo y alcanza las células musculares de las mamas, provoca su contracción. De ese modo sale la leche. Con la siguiente succión del bebé se vuelve a producir la misma cascada de reacciones químicas.

Este mecanismo reiterado lleva a las madres a tal grado de condicionamiento que llega un momento en que, con solo escuchar llorar al bebe o pensar en él, las mamas se endurecen y acaban excretando leche.

La oxitocina se ha vinculado durante años a sentimientos de apego y confianza. Se han hecho numerosas investigaciones para estudiar si la oxitocina se podría consumir como si fuese una especie de soma, la droga que se tomaba en el mundo feliz de Huxley. En algunos de esos estudios se ha sugerido que la aplicación intranasal o sublingual de oxitocina aumentan la confianza, la generosidad, la cooperación y la empatía. Pero la realidad es que algunos de estos estudios han sido refutados, no se han replicado, o no se ha podido probar que la oxitocina exógena realmente llegue al cerebro, así que hay que cogerlos con pinzas.

Lo que sí parece probado es que de alguna manera la oxitocina provoca que los animales se focalicen en la información de relevancia social, es decir, que favorece el sentimiento de pertenencia al grupo.Pero esto tiene dos caras. Por un lado, esta molécula está detrás de las relaciones de apego entre los miembros de un mismo grupo, pero por otro lado favorece los sentimientos de hostilidad hacia los extraños. Se ha observado en estudios que al suministrar oxitocina intranasal los pacientes respondían con menos empatía ante imágenes de personas sufriendo si estas eran de una raza diferente a la suya.

En especies evolutivamente próximas a la nuestra como los chimpancés, se ha observado que los niveles de oxitocina aumentan durante las trifulcas entre grupos rivales. Esto sugiere que la oxitocina es la molécula que mantiene cohesionado al grupo, y también la que está detrás de la hostilidad con el diferente. Sin embargo, cuando uno de los miembros de un grupo se queda atrás, los niveles de oxitocina descienden y aumentan los de cortisol. El cortisol nos hace percibir una situación como una emergencia. El cortisol es la molécula de la ansiedad y el miedo.

Los celos hacia la pareja también se reflejan en los niveles de oxitocina y cortisol. La pérdida de confianza se percibe como una situación de emergencia, por lo que se dispara el cortisol y decae la oxitocina.

La dimensión social de la oxitocina tiene más de un lado oscuro. Los trastornos de ansiedad social se pueden relacionar con los niveles de oxitocina. Y también se ha observado que niveles elevados de oxitocina nos hacen más susceptibles a lo que los demás piensan de nosotros. O que los comportamientos deshonestos, la mentira, la manipulación y la agresividad afloren si benefician al grupo, sea cual sea lo que esa persona siente como su grupo: su familia, su país, su partido, su identidad, su raza... Por eso la percepción de un "nosotros" mediada por la oxitocina es un arma de doble filo. La molécula del amor es también la molécula de la guerra.