El carro de la compra es cosa de señoras. Esto lo decía mi abuela, que cada mañana recorría el barrio cargada con las bolsas de la panadería, la pescadería, la carnicería y la frutería. Decía que el carro era un armatoste, y que ella no tenía tiempo para estar toda la mañana tirando de él de un lado a otro. Llevar carro implicaba tener tiempo, algo de lo que ella carecía. Pero con los años sucumbió a un carro ligero y plegable que le regaló mi padre, fabricado con un saco de polipropileno tejido, tan fácil de mantener limpio como una bolsa de plástico convencional. Usar carro es la opción más sostenible de todas, más sostenible que las bolsas de plástico, de papel o de algodón. Pero hacer la compra con carro también significa tener tiempo para salir a comprar a diario, significa que puedes comer pescado fresco, pan recién horneado, significa que no necesitas el coche, que todo está a la distancia de un paseo. Reivindicar el uso del carro de la compra no es solo una cuestión medioambiental, es, sobre todo, una reivindicación de bienestar económico y social.

Para medir el impacto medioambiental del carro de la compra y poder compararlo objetivamente con las bolsas de plástico, y estas con las de papel, algodón o rafia, en ciencia de materiales utilizamos una herramienta de medida llamada Análisis de Ciclo de Vida (ACV). La huella ecológica de un material no solo depende de cómo va a acabar su vida o de cuánto tardaría en biodegradarse si se deja abandonado en el monte. Con el ACV se evalúa el impacto medioambiental de un producto a lo largo de toda su vida, desde la extracción de las materias primas, hasta su fabricación, uso, posibilidad de reutilización y reciclaje. Mediante el balance de masas integrado en el ACV se cuantifican los materiales usados y los residuos generados. Este análisis permite hacer una comparativa objetiva entre objetos iguales fabricados con materiales diferentes.

Si se compara la bolsa de plástico, con la de papel y con la de algodón, el resultado del ACV es claro: las bolsas de plástico son la opción más sostenible. El impacto medioambiental de las bolsas de papel es tres veces superior a la de plástico, y el impacto de las de algodón es 131 veces superior. Estos datos, que pueden resultar sorprendentes dada la mala fama de las bolsas de plástico, se explican fácilmente. Primero, teniendo en cuenta el proceso de extracción de materias y fabricación. La mayoría de las bolsas de plástico son de polietileno, que se extrae del petróleo si son de plástico convencional, o se extraen de vegetales si son de bioplástico. Además, según la normativa, las bolsas de supermercado se fabrican con al menos un 50% de plástico reciclado, lo que reduce drásticamente su huella ecológica. Las bolsas de plástico requieren un 71% menos de energía durante el proceso de producción en comparación con el papel, cuya fabricación requiere de la tala de árboles y la elaboración de la pulpa de papel necesita unos cuatro litros de agua por bolsa. La fabricación de algodón, más conocida por el impacto medioambiental de la moda, requiere de unos 40.000 litros de agua por kilogramo de tejido, uso de grandes extensiones de terreno para cultivo y el mayor gasto energético de los tres materiales. El transporte, que representa entre el 25% y el 30% del impacto total, varía según el peso de cada bolsa. En este sentido, también las bolsas de plástico destacan por su ligereza en comparación con las de papel y de algodón.

El ACV también tiene en cuenta si las bolsas son reciclables y cuánto se reciclan. Aquí salen ganando las bolsas de papel. El papel y el cartón tienen una tasa de reciclaje cercana al 70%, aunque la media de las bolsas es inferior teniendo en cuenta que todavía hay bolsas de papel con barnices o con capas de otros materiales que dificultan su recuperación, o que se manchan por contacto con alimentos, por lo que pasan a formar parte de los residuos orgánicos en lugar de pasar al sistema de reciclado del papel. Según las fuentes que se consulten, en España se reciclan entre el 20 % y el 36 % de las bolsas de papel. El reciclaje de envases de plástico es inferior, ronda el 50 %, y en concreto las bolsas alcanzan un modesto 15%. Las bolsas de algodón directamente no se reciclan, o al menos, no hay un registro de ello dado que el textil no cuenta con un sistema separado de gestión y reciclaje.

La reutilización de cada bolsa también es muy variable. De media, las bolsas de papel se reutilizan 3,6 veces, mientras que las de plástico se reutilizan 2,5 veces. Idealmente las bolsas de algodón se podrían reutilizar cientos de veces, pero la realidad actual dista bastante de esa cifra. Se regalan bolsas de algodón en cualquier evento, en congresos, con la compra de otros productos, en celebraciones de todo tipo, y acaban acumulándose en casa por decenas. La bolsa de algodón, que se creó con el propósito de dar una imagen de sostenibilidad a las marcas, hoy en día se ha convertido en todo lo contrario, en un símbolo de despilfarro.

Considerando toda esta información, es obvio que en cálculo del ACV la bolsa de plástico es la que sale ganando. Resulta incuestionable que la bolsa de plástico es la opción más sostenible de las tres, y más si esta bolsa se reutiliza cuantas más veces mejor. Por eso, la bolsa más sostenible de todas es la bolsa de plástico que se diseña para que el consumidor tienda a reutilizarla, como pasa con las bolsas de textiles sintéticos de plástico, como las de poliéster o las de rafia, que se fabrican con polietileno y polipropileno y que, sin pensarlo, guardamos y reutilizamos decenas de veces.

Pero este balance de datos hay que hacerlo con proporcionalidad. ¿Es tan significativo para el medioambiente el material de la bolsa con la que se hace la compra? De media en España, cada persona utiliza unas 67 bolsas de plástico al año, un tercio de las que se usaban antes de que se cobrasen. En términos de huella de carbono, 67 bolsas de plástico equivalen a recorrer en coche entre 2 y 3 km, dependiendo del modelo. Así que comprar en el barrio, sin necesidad de desplazarse en coche, es más significativo en términos medioambientales que el material de las bolsas.

Por eso, el carro de la compra es la opción más sostenible. Primero porque es una bolsa de plástico con ruedas, así que gana por el material, pero además es un objeto de vida larga, que puede durar más de diez años en perfecto estado, por lo que se convierte, automáticamente, en un producto sostenible. Pero lo más importante de todo es que el carro de la compra conlleva un modo de vida, uno que abarca todas las patas de la sostenibilidad: medioambiental, económica y social. Usar carro significa que puedes comprar todo lo que necesitas en tu propio barrio. Por eso los carros de la compra son la elección más sabia de todas, son la elección de las señoras.