"Eran las 8h de la mañana del 26 de agosto de 2013. Lunes. Aparqué la 'furgona' al lado de la tapa de la alcantarilla. 'El Colombiano', 'el Rufo' y yo nos metimos en las cloacas y por allí llegamos al sótano del banco. El agujero estaba tal y como lo había dejado dos días antes. Ya estábamos dentro. La puerta que conectaba el sótano con la oficina situada en el piso de arriba estaba anclada. No la podíamos abrir. Regresamos, pues, a la 'furgona' y fuimos a comprar las herramientas necesarias para reventar aquella maldita puerta. Volvimos a las 13h, ya que no nos podíamos 'zumbar' el banco a primera hora, lo haríamos a última. Repetimos la operación y una vez de nuevo en el sótano, a punto de 'petar' la puerta que daba a las escaleras que subían a la oficina, oímos unos pasos. ¿Bajaba alguien? Efectivamente. Era un cajera. Una chica de rasgos orientales. La atrapamos y subimos parapetados en ella como en una estampida de bisontes e irrumpimos en la oficina, encapuchados y armados con pistolas y revólveres.

¡¡¡Esto es un puto atraco… quien mueva un dedo le reviento!!! La gente (empleados y clientes) se quedó de piedra. Como siempre. De piedra"…

Una historia de verdad

Me he propuesto explicarles la historia de 'Falko', un atracador al que se referían como el Robin Hood de Vallecas, y mi subconsciente me aprieta para que no me deje llevar por esa manía que tengo de encapricharme de "la mala gente" (que no es lo mismo que de la gente mala). Flako es un tipo cautivador, un criminal que, sin embargo, no aparenta serlo. No es gente mala.

Mi subconsciente no quiere - no toca - que acabe haciendo una glosa épica o almibarada de quien se ha evidenciado, sin paliativo alguno, como uno de los chorizos más grandes que ha fabricado el hampa autóctona en los últimos años. Lo intentaré, aunque ya les aviso de que mi subconsciente y yo andamos por ello a la greña desde que empecé a escribir este artículo.

Y Flako salió de la nada

Le había entrevistado con anterioridad por teléfono, pero este pasado mes de julio en la Semana Negra de Gijón pude conocerle en persona al presentar su libro 'Esa maldita pared', en el que este atracador de los de "pistola en mano" y, desde hace poco, en libertad condicional, explica sus fechorías.

Antes de la presentación comimos cachopo y bebimos sidra - yo más que él -. Flako y yo compartimos mesa con el expansivo y genial, Luis Artigue – Premio Celsius de la Semana Negra -, su asesora, Mónica Cillán, el propietario de la librería SomNegra, Miguel Ángel Díaz, la directora del certamen Morella Negra, Lara Adell, y el periodista y escritor, Luís Arce.

Flako se sintió a gusto - se le notaba - y desenmascarado (en público aparece con máscara) y cómodo, en ese clima relajado, nos relató, como si tuviera una íntima necesidad de hacerlo, los blancos, grises y negros de su vida criminal.

El final del túnel

"40 minutos en el banco, en pleno agosto, con la adrenalina saliéndonos por las orejas y sudando agua hirviendo a chorros. Nos 'hicimos' con la retardada y las cajas de seguridad. Más de 60.000 euros. Algunos de los clientes, cagados de miedo, me daban su cartera y yo les decía que no, que no le robaba a la gente, que sólo le robaba al banco. Traté de calmarlos mientras 'Colombiano' y 'Rufo' llenaban las bolsas.

Les dije que me lo pusieran fácil, que yo tenía tantas ganas de irme de allí, como ellos de que yo me fuera. Recuerdo que la gente se comportaba, menos la directora. Siempre hay un listillo o listilla. A esta la pillé manoseando la parte baja de una mesa como buscando el botón para avisar a la 'pasma'. Le puse el 'trasto' en la cara y, muy despacito, le canté el número de la matrícula del Alfa Rameo que estaba estacionado en la calle Pilarica, cerca de la calle Mirasierra, frente al banco. Su coche. Ella lo pilló, claro. Pilló que le teníamos el 'rabo puesto' y que, si nos traicionaba, mordería el polvo. Se separó de la mesa. Acabamos la faena y salimos por donde entramos.

Nos metimos en la 'furgona'. El interior del vehículo ardía de calor, pero aquel aire nos parecía una brisa de primavera después de recorrer 25 metros de alcantarillas. Quise poner en marcha la 'furgona', pero no pude. Lo siguiente que recuerdo fue un casco negro con el emblema del GEO y un culatazo que casi me revienta la cabeza. El Robin Hood de Vallecas había caído. Corrió el champán por la Jefatura”.

Talego a pulso

Flako ha pasado los últimos cinco años de su vida en la cárcel, un año y medio entre celdas de castigo y de aislamiento. Le metieron dos bancos por el método del butrón, pero la policía le imputaba los últimos siete registrados en la comunidad de Madrid.

"La policía me odiaba. Les había dejado en ridículo muchas veces y eso la 'pasma' no lo perdona". Puede que fuera Luis o Lara, quienes mientras escuchaban al Flako, en un momento dado, le interrumpieron y, entre sidra y sidra, le dijeron casi sin decir: "Tío, tú no tienes pinta de mala persona. No tienes ojos de mala persona".

Era cierto. No era la obnubilación magnificada por el alcohol, no - o no solo eso -. Todos coincidíamos en que lo del 'Flako' no era normal. Todos y especialmente yo, que llevo 30 años dándomelas con delincuentes de todos los colores, formas y alcurnias.

Sencillamente, 'Flako' es un tipo al que contratarías como el canguro de tus hijos. El tono, el discurso, el gesto, la mirada y la máscara de antihéroe que le pusieron nada más nacer, le hacían un personaje atípico para lo que se estilaba entre los que ejercían su oficio.

Buena gente. Mala gente

"No lo soy. No soy mala gente. Soy la consecuencia de lo que viví en mi casa, de una forma de entender la vida. Fui un joven influenciado por la imagen de un padre atracador y de los buenos, muy respetado, uno de los históricos". Flako no se arrepiente de haber robado bancos. "Ni pido perdón por ello, ni trato de justificarme. Soy, fui, un ladrón, por vocación, porque ese era el oficio de mi padre y porque me seducía más robar que trabajar. Si embargo, quiero pedirle perdón a la gente, a las decenas de personas inocentes a las que apunté con mi pistola, a las que vi temblar, orinarse ante mí. Me siento sucio por ello. Necesito pedirles perdón, sobre todo, porque todos han de saber que, si durante aquellos atracos, alguno se hubiera puesto bravo, les habría disparado. No te quepa duda. Gracias a Dios, eso no pasó".

El futuro limpio

Flako se sentía sucio. Pero no nos parecía un tipo sucio. Sí nos parecía - no abrigamos duda - un excriminal que ha merecido el castigo que le ha impuesto la ley (no el culatazo en la cabeza de los GEO). Pero oyéndole, compartiendo 'culines' frescos y reconstituyentes, de esos que cuando se superponen unos sobre otros, desinhiben, nos dio la sensación de que estábamos ante un tipo que, como mínimo, se merecía un artículo en el que el autor luchase contra sí mismo para no parecer embriagado ante la vida que iba a fotografiar. Dicen que cuando el pintor se enamora del modelo, la pintura resultante es un fiasco. O no...