La izquierda española tiene un mérito innegable, solo ella es capaz de mostrar desunión a la hora de unirse. Esta semana se ha declarado de forma pública una guerra interna conocida solo por los partidos que la dirimen, los periodistas que lo contaron y aquellos que los leían sin sectarismo. Ya no se puede ocultar. Las heridas van a hacer muy difícil olvidar las facturas que quieren cobrarse para que todos sean capaces de pensar en otra cosa que en su propia supervivencia.

En Podemos ya no pueden, ni quieren, ocultar la guerra abierta con Yolanda Díaz. El mayor peligro para el mejor activo de la izquierda en España en la nueva coyuntura no es externo, es una nueva batalla interna por controlar a la líder que nombraron pero que quiere un proyecto autónomo del partido. Yolanda Díaz quiere caminar en una dirección diferente de manera legítima y con toda la razón política por el desgaste, para el que no se atisba tope, de la formación morada. Pero en Podemos no quieren dejarla para seguir controlando unos pocos puestos de poder.

Pablo Iglesias en Hora 25 dio rienda suelta de manera abierta por primera vez a una confrontación abierta con Yolanda Díaz que se venía produciendo entre bambalinas, con intrigas, filtraciones y actuaciones políticas al margen de los órganos de decisión de Podemos. No es algo que no se contara, se había explicado de manera clara por periodistas, pero en la estrategia por desacreditar a todo aquel que lo contara se mentía para negarlo. Ahora ya no es posible y con una intervención directa, dura, llena de victimismo y que despreciaba el espacio que quiere crear Yolanda Díaz al saberse sin posibilidades de controlarlo señaló a la ministra de Trabajo como responsable del desastre en Andalucía y de dejar al margen a Podemos y despreciar a la formación morada.

Una acusación que tiene un coste político interno enorme, se la vino a llamar traidora y desleal, con lo que eso implica para la imagen de Yolanda Díaz ante la militancia de Podemos. Ese desgaste lo conoce Iglesias, por eso lo hace, para someter a la líder que él mismo nombró sin preguntar, aunque ahora diga que las primarias son siempre la solución.

Yolanda Díaz dijo claro tras el acuerdo en Andalucía que el espacio que quiere construir: "Nada tiene que ver con lo que hemos visto". Se desmarcaba del esperpento al que asistimos en Andalucía y sancionaba así el comportamiento de todos los actores en liza en la coalición. El jefe de gabinete de la ministra de Trabajo, Josep Vendrell, tuvo que intervenir para poner cierto orden en una batalla encarnizada en la negociación para la coalición electoral en Andalucía y que al final saliera adelante. Esa intervención la usan en Podemos para considerarla máxima responsable del resultado que les penalizó en el acuerdo.

La situación entre Podemos e IU ha provocado una brecha de tal magnitud como para que en la formación de Ione Belarra acusen a IU de haber evitado adrede meter a Podemos en la coalición para que no puedan acceder a los beneficios económicos y poder renegociar de manera más favorecedora al interés de IU el acuerdo político. Dos partidos que comparten estructura en los ministerios ahora mismo no pueden mirarse a la cara sin acusarse de traición.

No parece que haya una salida responsable a la situación de batalla interna intestina, lo veremos pronto, las listas en Andalucía se tienen que presentar del día 11 al 16 de mayo. Tienen solo una semana para hacerlo y nada hace prever que sea con una sonrisa y de manera pacífica. Ahora mismo todos quieren hacer pagar a la cúpula de Podemos los comportamientos pasados y aprovechar su debilidad para apartarlos para siempre.

No es tiempo de cobrarse esas deudas, porque todos son necesarios, aunque cueste olvidar cómo se comportaron y aún se comportan cuando tenían todo el poder y la fuerza. No se espera que todos los actores posibles del espacio de Unidas Podemos sepan mirar solo por los intereses de los votantes y olviden sus rencillas, sepan dar un paso atrás y respeten la nueva coyuntura con Yolanda Díaz al frente. Pero si de verdad quieren ser útiles al pueblo les toca tragarse la bilis y comerse el ego.