Pablo Casado llevaba más de seis meses preparando personalmente la convención que sería el empuje a su liderazgo. Le ha salido regular. No se recuerda un ejercicio de autolesión similar desde que Albert Rivera consideró que era una buena idea salir oliendo un cachorro al grito de ¡huele a leche!. No se puede hacer peor si no es de una manera intencional. La convención del PP es ideológica, así que lo emanado de de esta reunión representa las líneas fundamentales de las ideas que Pablo Casado quiere llevar al gobierno de la nación. Es para espantarse.

La convención de Pablo Casado ha sido una verdadera reunión de disminuidos. Porque a estos sí que podemos llamárselo y no a los discapacitados que seguirán siéndolo según el artículo 49 de la Constitución gracias al PP y VOX que han evitado que se los deje de insultar en la Carta Magna. Una convención de disminuidos para gobernar y para dar alguna lección moral. De disminuidos al servicio del disminuido mayor. Se entiende el voto en contra de la reforma de la Constitución para dejar de llamar disminuidos a los discapacitados y que así alguien acompañe en sus epítetos a los convencionados con Pablo Casado. Así sí que se entiende el voto.

Mario Vargas Llosa era uno de los invitados de más nivel de la convención de baja estofa que Pablo Casado había conseguido reunir, y el de más nivel mostró el máximo nivel de la disminución del régimen moral que representa la reunión popular. El paradigma de la libertad, que es según la reacción hispana el Nobel de literatura, subyugó la libertad a la soberanía popular que es siempre el paso previo a la llegada de los Pinochets y Stroessners de América Latina: "Lo importante no es que haya libertad en esas elecciones, sino votar bien". Unas declaraciones liberticidas que son el paso previo para que, hasta la llegada del deseado sufragio censitario, los militares, que saben lo que es votar bien auspiciados por la Doctrina Monroe, puedan llevar el país por la senda de lo aceptable. Que si no, se nos jode el Perú, o España.

No ha sido el único espectáculo declarativo de la convención de disminuidos que nos ha regalado Pablo Casado. Enrique López, el juez que es consejero de Justicia de Ayuso, defendió la independencia de los jueces hablando en primera persona. El juez independiente que es cargo del PP dejó una declaración que no es necesario apostillar: "En el 85, la izquierda entendió que la judicatura era mayoritariamente facha. Hicieron una ley para cambiarla. No lo consiguieron".

En la convención del PP ha manado por encima de todo una percepción sobre América Latina en la que prima una concepción colonial que ha marcado Ayuso desde New York. Una visión en la que el racismo y supremacismo ha tomado al indigenismo, a los indígenas, como una ideología de base moral inferior y contrapuesta como némesis. La base fundamental del ideario de Pablo Casado ha resultado ser una guerra cultural racista de la extrema derecha enarbolada por VOX que Ayuso quiere ganar. Casado siempre a rebufo. El líder del PP empieza a dar un poco de lástima cuando se asiste como espectador a sus continuos ejercicios de daño autoinfligido. Ya no es agradable, porque en su deriva plagada de delirios empuja a España con él. Habrá unas elecciones en dos años, solo espero que los salvapatrias respeten si el pueblo vuelve a votar mal y le manda al estercolero de la historia junto a su convención de disminuidos.