Anteproyecto de ley contra la trata de personas. Corre, escribe algo, que el tiempo apremia. Pero el cuerpo pide pausa, contención, manejar los criterios con bisturí. "La línea divisoria entre trata y tráfico ilegal de personas puede ser muy fina, aunque su principal diferencia es la voluntariedad. En el segundo caso, la persona migrante contacta deliberadamente con un traficante y le paga el traslado a otro país donde busca mejores oportunidades de vida. En cambio, la trata no implica necesariamente un cruce de fronteras y suele basarse en un engaño del tratante, que se vale de mentiras, abusos o coacciones para controlar y dominar a su víctima", explican desde Amnistía Internacional. Engaño, víctima. Ya nos vamos entendiendo.

En este anteproyecto aprobado este martes por el Consejo de Ministros están implicados 13 ministerios. Quieren poner a la víctima en el centro. Que no se nos olvide. Nunca se dice demasiadas veces.

Son las víctimas las que importan, no las diferencias, ni los matices, ni la disparidad de egos, ni el grosor de la piel con el que se aprueban las leyes. Son ellas. Personas a las que se dirige el texto, de las que se ocupa. Porque hace mucho que ya no se puede hablar de retrato robot, ni de perfil de la víctima. ¿Se acuerdan cuando hablábamos de trata de blancas? Qué mal envejecen los conceptos y qué bueno es desinstalarlos del cerebro.

Poner a la víctima en el centro me hace recordar las palabras de Rocío Mora, fundadora de Apramp, cuando afirma que las mujeres con las que trabaja "quieren derechos, no compasión". Por eso es importante un anteproyecto de ley que reconoce por primera vez el delito de explotación laboral, en un negocio lucrativo en el que ellas, las víctimas -mujeres y niñas en su mayoría- acaban en redes de explotación sexual, obligadas a la mendicidad, en tramas de tráfico de órganos… un lucro del que ellas no se llevan ni las migajas.

Por eso también es importante que se les reconozca el derecho a la inserción social y laboral, el derecho a acceder a la prestación del ingreso mínimo vital y el acceso a la vivienda. También a la reparación integral y a una compensación económica adecuada en forma de indemnización.

Ya lo sé, estos temas son la mar de desagradables. Con la que está cayendo y la que tenemos encima, ¿verdad? La cesta de la compra, el precio del gas, de la gasolina. Qué me va usted a contar a mí. Pero volvamos a ellas, por favor.

España es el prostíbulo de Europa. Suena tan duro como real. Somos puerta de entrada a Europa y a la vez país de destino y de tránsito para las víctimas de trata. Porque el 90% de las mujeres prostituidas en España lo hacen obligadas, según los datos de la Policía Nacional. Y un 62% de ellas empezaron siendo menores de edad.

Concebidas como esclavas y como mercancía. En clubes de carretera, en pisos donde son aún más invisibles. Donde reina el abuso y el silencio. Concebidas como plan de ocio, fin de semana o laborable. Más baratas que un gintonic. El que no sepa nada de esto no sé en qué planeta vive.

Los datos son poco fiables. Se dice que son 45.000 en España, pero pueden ser muchas más. Muchas de ellas en situación irregular, arrebatadas de documentación y de derechos. Cada vez más jóvenes. Trabajan y callan. En Europa son la segunda fuente de ingresos ilícitos detrás del narcotráfico. Están por todas partes.

Quieren derechos, no compasión. Por eso este anteproyecto de ley es un buen punto de partida. Para hombres y mujeres, niños y niñas sometidos y esclavizados por las mafias. Tan desagradable como insoportable.