Ray Bradbury escribía en la biblioteca pública porque no podía negarse a jugar con sus hijas si lo hacía desde casa. El escritor alquiló precisamente en ese mismo lugar una máquina de escribir en 1953 para crear en menos de 10 días Fahrenheit 451. Lo hizo con la misma celeridad y urgencia que todo lo que dejó como legado literario en no menos de trescientas historias.
Ahora, gran parte de ellas se recopilan en Cuentos, la primera antología que se publica del autor en nuestro idioma. Muchedumbres que aparecen espontáneamente cada vez que ocurre una tragedia, vientos capaces de cobrarse venganzas terribles o veranos súbitos provocados por el despegue de un cohete. Todo en la literatura de Bradbury nos habla sobre realidades desconocidas, a punto de abrirse paso e inundar la nuestra.
Describir el miedo
El autor de Crónicas marcianas empezó a escribir al mismo tiempo que se declaraba la Guerra Fría. El mundo se reconfiguró en torno a detonaciones nucleares, invasiones soviéticas y espías invisibles e indetectables. El escritor solo tuvo que transformar la retórica de la propaganda estadounidense en garras, tentáculos y naves espaciales para perfilar el género.
Los miedos de mediados del siglo XX se transformaron, a través de sus historias, en clásicos de la ciencia ficción. Sus contemporáneos, más centrados en las ciencias, denostaron sus libros y lo consideraron un autor menor, más interesado por el sufijo 'ficción' que por la física que sostenía a civilizaciones alienígenas y cruceros espaciales.
Bradbury convirtió los miedo del siglo XX en clásicos de la ciencia ficción
Laura Fernández, escritora y autora del prólogo de esta edición, explica que Bradbury observaba la existencia como quien la ve compartimentada en frascos de formol. Su primera experiencia con lo sobrenatural estuvo enmarcada en las ferias de prodigios o freak shows.
Lugares donde por unas monedas se podía ver a la mujer barbuda, forzudos y animales imposibles. Esa mirada permaneció en su literatura. Sus monstruos, decía, le hacían querer "vivir para siempre" y aseguraba "estar convencido de su existencia", explica la escritora.
Antes de que los libros desaparezcan
Las brigadas de bomberos que quemaban libros en Fahrenheit 451 se convirtieron en un símbolo de lo que el conformismo y la tecnología podían brindarnos. Fernández explica que lo que le llevó a acometer aquella novela sobre pirómanos y gobiernos autoritarios fue precisamente el miedo a que "la televisión terminase con la literatura". No se cumplieron aquellas expectativas pero volvimos a ver quemas de libros y una lucha encarnizada contra el aburrimiento como primer síntoma de rebelión en nuestro siglo.
"Bradbury escribió 'Fahrenheit' porque pensaba que los libros desaparecerían por la TV"
Paul Viejo, escritor a cargo de esta edición, señala la firme oposición que Bradbury mantuvo contra el macartismo y la caza de brujas en su país. El acerbo anticomunista llevó hasta el ridículo a unos Estados Unidos que se sumieron en la paranoia como única forma de defensa. "Habla del miedo a los que causan miedo y nos advierte sobre la prohibición, pero no solo la impuesta, también la que traemos nosotros mismos", explica.
De las muchas adaptaciones que han tenido sus libros y relatos, quizás la más célebre fue la que realizó Truffaut en 1966 de Fahrenheit 451. El director añadió un diálogo que no llegó a aparecer nunca en el texto original, pero que resume a la perfección el conformismo adormecedor que tanto le preocupaba.
Un sargento le pregunta a uno de los bomberos-quema-libros sobre sus hobbies. Este responde que le gusta segar la hierba de su jardín. Cuando su superior le inquiere qué haría si estuviese prohibido responde que "observaría cómo crece".
Cronista marciano
En una entrevista casi al final de su vida, el escritor explicaba que "debemos convertirnos en marcianos, tomar su lugar". Aseguraba que, dado que estos no existían, éramos nosotros quienes debíamos poblar el planeta, convertirnos en guardianes de su equilibrio e intentar mantenerlo con vida, más tiempo al menos de lo que la Tierra lo hará.
Entre sus cuentos encontramos una feroz crítica a la guerra, las pretensiones coloniales o el aborregamiento tecnológico. En ellos incluso las razas alienígenas nos muestran una visión del mundo que resulta enriquecedora.
Con Bradbury siempre estamos a una página de descubrir algo sorprendente
En otro de sus cuentos, un terrícola y un marciano se encuentran sobre la superficie del planeta rojo y cada cual solo puede apreciar una realidad concreta. Donde uno ve una rica y próspera comunidad que crece en ciudades, avenidas y edificios, para el otro solo es el vacío más absoluto en polvo y rocas rúbeas.
Bradbury nos enseña que la realidad es múltiple, que no todo aquello que apreciamos existe tal y como creemos y que estamos a una página de descubrir algo sorprendente.
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