Stanisław Lem

Traducción: Joanna Orzechowska

Editorial: Impedimenta

Fecha de publicación original: 1961

La ciencia ficción nunca se aleja más de la cuenta de la realidad que nos rodea. Cada generación imprime en platillos volantes e invasores alienígenas los miedos propios de su tiempo. Para Stanislaw Lem aquellos miedos tenían que ver con algo tan insondable y misterioso como la existencia humana. Pero antes de que cierren esta pestaña y no vuelvan a leer ninguna de nuestra reseñas, quédense porque esto es mucho más que una novela.

En Solaris también encontramos un planeta lejano, una estación espacial desolada y un misterio que enfrentará a sus protagonistas a sus peores pesadillas, convertidas en realidad por un ser extraño, único habitante de su superficie. Publicada en 1961, Tarkovsky y Steven Soderbergh la llevaron al cine en las décadas siguientes. En España, la editorial Impedimenta ya ha vendido quince ediciones de este clásico de la ciencia ficción que sigue fascinando décadas después de su publicación.

Pasajeros que no deberían estar ahí

Solaris es un planeta ocupado en su mayoría por una especie de océano cambiante y vivo, a merced de dos soles que hacen de sus días y noches ciclos cortos y angustiosos. Para los seres humanos, desde su descubrimiento, esta masa líquida se convierte en una obsesión que les lleva incluso a fundar toda una disciplina científica que lo estudia: la solarística.

Para Stanislaw Lem, los miedos tienen que ver con algo tan insondable y misterioso como la existencia humana

Cuando Kris Kelvin llega a la estación de observación debe resolver los problemas de conducta de los tres únicos tripulantes de la estación que sobrevuela su enorme océano. Pero donde debería encontrarse el ajetreo habitual del día a día de los científicos, descubre un paisaje solitario, a uno de los investigadores muertos y aparentes signos de una violencia, todavía, desconocida en cada rincón de la base.

En las primeras horas en Solaris, Kelvin descubrirá que algo muy extraño ocurre en la estación. Hay polizones que aparecieron en las últimas semanas, que no deberían estar ahí y que vagan por sus corredores, coinvirtiéndola en un infierno personal para sus únicos tripulantes.

Solaris es un planeta ocupado en su mayoría por una especie de océano cambiante y vivo, a merced de dos soles que hacen de sus días y noches ciclos cortos y angustiosos

El extraño mar que surca la superficie de Solaris no está compuesto de líquido, sino de una sustancia que la comunidad científica concluyó que se trataba de un único ser vivo. Una forma de vida desconocida hasta entonces, capaz de transformarse en complejas estructuras, a veces imitando la forma de cualquier objeto que los científicos llevasen a su superficie.

La solarística trató de entender qué conformaba aquel medio extraño. Años de investigación en el que, a cada publicación, las certezas cambiaban. Lem nutre gran parte del libro de muchas de estas conclusiones, haciendo al lector partícipe de la extraña carrera por comprender aquel planeta y establecer una vía de comunicación con su único habitante: ese océano-ser vivo, imposible de clasificar según las leyes de la biología humana.

Hablar con lo no humano

Stanislaw Lem reflexiona a lo largo y ancho de Solaris acerca la conciencia como un muro infranqueable. ¿Cómo hablar con una forma de vida tan radicalmente distinta? Los esfuerzos de los seres humanos se unen a los de aquel ser, capaz de escupir seres a su superficie, aparentemente idénticos a los reales aunque carentes de recuerdos propios o conciencia.

La novela es un rompecabezas que nos enfrenta a los límites de nuestra propia comprensión

Kelvin deberá convivir en la estación con la imagen de su mujer fallecida años antes, mientras trata de descubrir de dónde vienen exactamente esos seres. Lem utiliza un lenguaje deliberadamente científico, un reflejo del género de la ciencia ficción desde el que escribe, pero también de la mirada de su protagonista, analítica y rigurosa en sus conclusiones.

Las conclusiones de los seres humanos sobre Solaris se suman a la solarística, a medio camino entre la religión, la metafísica y la ciencia tradicional. El resultado es un rompecabezas que nunca termina de resolverse, que nos enfrenta a los límites de nuestra propia comprensión a la hora de intentar entender formas de vida radicalmente distintas a las nuestras.

Un Dios imperfecto

Dos películas, una serie de televisión e innumerables referencias en la cultura pop, el cine, los videojuegos o la música. Solaris se convirtió en un clásico moderno de la ciencia ficción prácticamente desde su publicación. Las dos adaptaciones, estrenadas en 1971 y 2002, dan buena cuenta del interés que suscitó, y sigue conservando, la novela.

El escritor polaco propone una historia basada en preguntas que nunca llegan a responderse. Igual que los esfuerzos de la ciencia, acumulamos experiencias, libros, teorías y escritos en nuestra expedición a Solaris. Hacia el final del libro, su protagonista reflexiona en torno a la idea de un dios imperfecto: "Un dios cuya medida del infinito no refleje su poder, sino la extensión de su fracaso".

Películas, una serie e innumerables referencia en la cultura pop: 'Solaris' se convirtió en un clásico moderno de la ciencia ficción desde su publicación

En toda su omnipotencia, en la posibilidad de hacer y deshacer cuanto quiera, ese ser demuestra la ausencia de facultades para dotar a la vida de algo más que un simulacro de la misma. Lem nos obliga a examinarnos, entender qué nos diferencia de esos seres vacíos que Solaris es capaz de recrear. Cómo de alejados estamos nosotros mismos de ser incapaces de comunicarnos con otros seres, de ponernos en su lugar, ya sea en este planeta o en el siguiente.

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