David Martínez Álvarez (Rayden)

Editorial: Suma

Año de publicación original: 2024

En su segunda novela tras El acercamiento de la mujer cactus y el hombre globo, el cantante y compositor David Martínez Álvarez vuelve a armar un argumento aparentemente amable (una mujer busca piso después de dejarlo con su pareja) para denunciar un tema social: la especulación inmobiliaria. Bien por él.

Madrid me mata

Madrid a comienzos de los años 90 caminaba firme a convertirse en el pozo infecto que es hoy en el que los barrios se han convertido en hoteles temáticos para turistas, pero si bien dio señales claras de su intención, no supimos o quisimos verlo. Como si se tratara de una Dorita despistada en busca del 'mago de Hez', el camino madrileño no se construyó en horizontal con baldosas amarillas, sino con buenos ladrillos naranjas en vertical a modo de PAUs idénticamente impersonales esparcidos a lo largo y ancho de esta nuestra comunidad.

El camino madrileño no se construyó con baldosas amarillas sino con ladrillos naranja en vertical a modo de PAUs impersonales

Allá donde había una tierra que explotar se cruzaron los caminos y deseos de políticos y promotores inmobiliarios. En una España que dejaba atrás la maravillosa Transición que nos dimos entre todos y unos años 80 tan molones (no) como la heroína que acabó con el sueño de tantos, el futuro se nos vendió con forma de Cobi, Curro, ladrillo y curro, en minúscula, porque construir nos iba a sacar de la pobreza a todos para ponernos, por fin, a la altura de Europa.

La novela

Y ahí es donde entra en juego la historia que hay detrás de Votos en contra. La historia de un barrio pobre construido por los migrantes españoles que llegaron a la capital a ganarse la vida y que en los 90 se situaba ya a un lado del Paseo de la Castellana, una de las zonas más caras. Demasiado terreno en manos de pobres, pensó el alcalde de entonces. Lo que ocurrió después con Cerro Belmonte será mejor que lo lean en la novela.

A esta novela quizá se le echa en falta una pizca de la magia que Rayden le imprime a la letra de sus canciones

Una novela que tiene una muy buena idea, unos muy buenos personajes y una correctísima factura, pero a la que quizá se echa en falta una pizca de la magia que Rayden le imprime a las letras de sus canciones.

Es verdad que no está bien juzgar algo por lo que uno quisiera que hubiera sido, pero si uno escucha o lee las letras de este artista enseguida queda cautivado por su manejo de las palabras, de su polisemia y musicalidad para crear imágenes preciosas que le trasladan a lugares mágicos y aunque la novela, insistimos, está muy bien escrita y se lee con una sonrisa constante, invitamos al autor a dejarse llevar en próximos proyectos.

Para qué hacerlo convencional cuando eres extraordinario.

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