María Agúndez

Editorial: Temas de hoy

Año de publicación original: 2025

Limpiar la casa es de esas tareas que la vida te pone delante cuando llegas a eso que llaman "la vida adulta". Y más que una tarea, muchas veces es una carga de la que te encantaría liberarte. Pero los convencionalismos morales de la clase media trabajadora estándar se nos han metido en la cabeza desde pequeños y es muy difícil liberarse de ellos. Vale. Hay que limpiar porque vivir en una pocilga es para los cerdos. Pero, ¿qué ocurre si un día te das cuenta de que ordenar y limpiar tu casa es tu única tabla de salvación emocional?

En Casas limpias, María Agúndez utiliza la limpieza como metáfora de un vacío interior que no por silencioso deja de ser demoledor: Sol, la protagonista, encarna a la mujer moderna que no quiere renunciar a sus ideales progresistas, pero no puede evitar encontrar un extraño consuelo en el brillo impoluto de cada rincón. Tan brillante como la tarima recién fregada es el humor que usa esta novela para canalizar las reflexiones y el estado vital de Sol.

La novela mezcla una fina ironía con reflexiones punzantes sobre el trabajo doméstico, el feminismo y la soledad existencial. Ideas que apuntan directamente a las contradicciones que acabamos escondiendo, como esas pelusas de los dibujos animados que se guardan bajo la alfombra del salón porque da mucha pereza usar el recogedor para tirarlas a la basura.

El silencio del hogar

Sol está cerca de la treintena, un bebé a punto de nacer, y un apetito voraz por mantenerlo todo en orden. Cada martes recibe en su pequeño piso a Diana y Emily, dos asistentas cuyo servicio —necesario y vergonzante a partes iguales— desata en ella un torbellino de culpa y placer.

Agúndez parte de la premisa de que "choca un montón que te limpien la casa con ser una buena feminista", como contaba en una entrevista, para explorar cómo a menudo pensamos una cosa y decimos otra, generando un diálogo interno que hiere más que hundir las uñas en una pared con gotelé.

Agúndez parte de la premisa de que "choca un montón que te limpien la casa con ser una buena feminista"

Cada capítulo avanza como si paseásemos por un museo lleno de salas dedicadas a la obsesión. Cada una tematizada. Sol se pregunta si su disfrute al frotar el suelo va contra su credo progresista, mientras fantasea con escapar de esa jaula de roles domésticos en los que nuestra sociedad parece que ha avanzado en la equiparación de tareas. Pero es un "parece" escrito con mayúsculas porque, al final del día, siguen siendo ellas las que cargan con casi todo el peso de la casa.

En paralelo, la novela desarma mitos sobre el fatalmente valorado trabajo de cuidar de nuestros mayores —casi siempre asignado a mujeres racializadas y precarizadas— y desnuda la hipocresía de una sociedad que alaba la independencia femenina pero persigue con miradas de reojo a quien externaliza la limpieza.

Sarcasmo y elegancia

El lenguaje de María Agúndez (escritora, locutora de publicidad e ilustradora) es chispeante. Salpica las descripciones subrayando lo grotesco y lo cotidiano. No hay adornos. En su lugar, la autora construye frases cortas y vivaces, como los flecos de una fregona que se lleva esa suciedad que supone la realidad doméstica. Su humor —a veces cáustico, a veces tierno— logra que nos riamos ampliamente y nos estremezcamos de la misma manera, reforzando el contraste entre la pulcritud superficial y el caos interno.

Además, Agúndez demuestra una sutileza poco habitual al alternar momentos de verdadera ternura —cuando Sol cuida a su hija— con reflexiones cáusticas sobre el "juego de espejos perverso" que convierte los trabajos más "cool" en los peor pagados. Así, el estilo de la novela se convierte en un acto de limpieza narrativa: desplaza lo superfluo para dejar al descubierto la esencia del conflicto.

La contradicción del cuidado

En Casas limpias, la autora zaragozana profundiza en el "peso del patriarcado"que, aunque diluido en la retórica de la igualdad, sigue pesando de verdad en la estructura íntima del hogar. Agúndez lo convierte en un manifiesto implícito: la limpieza del hogar no libera, sino que enmascara escisiones internas más profundas.

Pero lejos de ser un panfleto, la novela actúa como espejo: nos devuelve la imagen de una sociedad que aprueba la autonomía femenina, pero rehúye afrontar las desigualdades domésticas. Al visibilizar la explotación de las cuidadoras, cuestiona la auténtica viabilidad de la corresponsabilidad en nuestros hogares.

La novela actúa como espejo: nos devuelve la imagen de una sociedad que aprueba la autonomía femenina, pero rehúye afrontar las desigualdades domésticas

Además, Casas limpias subraya la necesidad de repensar la maternidad: no como un ideal romántico, sino como un terreno de tensiones donde la autonomía debe reconciliarse con la vulnerabilidad. En ese sentido, esta autora contribuye a la conversación feminista actual, recordándonos que desmontar mitos requiere honestidad y humor (en ese orden).

Estamos ante una obra que no teme ensuciar su propia superficie para revelar grietas profundas en el relato moderno de la mujer. Esta segunda novela de María Agúndez no se queda en la crítica amable: se mete bajo las uñas, sacude el polvo reposado en las estanterías de la vida y reclama un diálogo verdadero sobre el cuidado, el feminismo y el vacío existencial.

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