
Lucía Solla Sobral
Editorial: Libros del asteroide
Año de publicación original: 2025
Novelas sobre relaciones tóxicas hay unas cuantas pero como Comerás flores, ninguna. Permitid que explique por qué somos así de categóricos. Esta novela es una rareza dolorosa que no se puede leer con indiferencia. No puedes no implicarte.
Marina no puede enfrentarse a su duelo y en ese vacío conoce a Jaime: elegante, amable, seductor... y destructor
Desde la primera frase vives en la vida de Marina, una joven apenas asentada en el mundo, que ha perdido la brújula cuando muere su padre, y todo aquello que creía seguro se desmorona. Nadie en su casa quiere hablar de su padre. Hay demasiado dolor. E intentan taparlo escondiéndolo.
Marina no puede enfrentarse a su duelo, siente que no pertenece al mundo que la rodea y en ese vacío conoce a Jaime, un hombre veinte años mayor que ella, elegante, amable, seductor... y destructor.
Maltrato silencioso
Marina y Jaime parecen encajar como piezas de un puzle perfecto: cenas de postín, viajes de fin de semana, reconocimiento social inmediato. Él le abre las puertas de una vida que ella no pensaba catar jamás, sin preguntarse si vale la pena.
Lo que parecía un rescate amoroso se convierte en un laberinto emocional sin salida
Lo que comienza como un refugio pasa a ser una jaula adornada con flores. Lo que parecía un rescate amoroso se convierte en un laberinto de amor tóxico sin salida.
Jaime le da lo que ella creía necesitar ("me colmaba de atenciones y planes") y, al mismo tiempo, le va robando su mundo: la soledad crece, las amistades se evaporan, la hija de él —de la misma edad que Marina— se va a vivir con ellos y ella se hace cada vez más pequeñita para no molestar. Porque un error, una palabra dicha a destiempo o una opinión contraria suponen gritos, ausencias del hogar o caras tensas y silencio forzado durante días.
Potente debut
Lucía Solla Sobral nació en Marín (Galicia) en 1989, y Comerás flores es su novela debut. Pero no es esta una historia escrita con manos inexpertas. Desde su primer párrafo la literatura que sale de su pluma habla con esa madurez que no espera permiso.
La propia Solla ha afirmado ya en varias entrevistas, como la que se puede ver en la web de la editorial Libros del Asteroide, que esta obra "nace de la necesidad de hablar del maltrato psicológico con honestidad, sin idealizar a la víctima ni caricaturizar al manipulador". Lesiones invisibles y silencios que llegan a pesar más que los gritos.
Esta obra "nace de la necesidad de hablar del maltrato psicológico con honestidad"
Solla describe a Marina no como "una víctima perfecta, no creo que eso exista", sino como una protagonista en gris: con dudas, contradicciones, anhelos y ausencia de certezas. Del otro lado está Jaime, tampoco dibujado en negro absoluto, sino como un hombre que sabe cuidar y, al mismo tiempo, herir.
Esa dualidad hace que la relación duela en el lector, que no podamos juzgar con ligereza. Porque Marina no se enamora de un monstruo —se enamora de lo que cree que le falta—, y Jaime no actúa siempre como bestia, sino como la voz que convence con sus flores.
Ametralladora emocional
Solla explica cómo buscaba que "las palabras se moldearan a lo que siente Marina, para que el lector pudiera sentirlo con ella". Y lo logra. Ese ritmo suave, casi hipnótico, luego se parte, tiembla, se convierte en una centrifugadora emocional.
Hay fragmentos que se quedan como si fueran puñales: "El día en que mi padre murió, hacía sol y yo tenía hambre", arranca con una sencillez devastadora. Y otros que se expanden en ecos: "papá había muerto y ya no tenía que esperar a que muriese más".
Su forma de escribir es como si metiera la tinta en una ametralladora y disparase a las páginas en blanco del libro
Hay algo intangible en la forma de escribir de Solla Sobral que te zarandea. Es como si metiera la tinta en una ametralladora y disparase a las páginas en blanco del libro. El resultado es muy difícil de explicar. Imaginad que estáis leyendo un momento de la novela en el que Marina se siente triste. Como lector no sientes "solo" esa tristeza. La vives con un lujo de detalles y una precisión que sabes exactamente por lo que pasa la protagonista en ese preciso instante. Es una descripción torrencial, que parece adjetivada en exceso, pero es maravillosa y se queda para siempre contigo.
Sabes que estás antes una novela distinta y ante una carrera prometedora cuando Comerás flores sigue resonando en ti días después de haber acabado el libro. Además, el boca a boca está funcionando porque la primera novela de Lucía Solla Sobral va ya por su cuarta edición habiendo salido a la venta hace pocos meses. Las sensaciones están siendo muy parecidas para todos.
Como lector, quedas en esa bruma viscosa que la autora ha creado. Sabes que Marina ha sido herida, sabes que todavía hay grietas por sanar, y tú caminas con ella hacia una luz precaria. Y al final entiendes que comer flores no es el acto literal de nutrirse, sino la metáfora aplastante de engullir algo tóxico hasta que duele. Esa es la marca que deja este libro. No solo resuena. Te acompaña, te cuestiona y te deja un temblor en el estómago.
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