César Pérez Gellida

Editorial: Destino

Año de publicación original: 2025

Antonia Monterroso no reaparece: resurge, como una sombra que se niega a morir. Donde terminó Bajo tierra seca, Premio Nadal 2024, empieza ahora una carrera sin retorno. Nada bueno germinaes eso: el eco sucio de lo que quedó sin cerrar, un thriller de huidas y persecuciones, donde cada parada es una emboscada, cada aliado un traidor en potencia y cada gesto de amor, otra forma de violencia.

Si César Pérez Gellida quería demostrarnos que la primera entrega no fue un golpe de suerte, aquí lo confirma con una narración que ya no mira al pasado, sino que te arrastra en su huida hacia delante como una bala perdida.

La Viuda en fuga

Antonia, 'la Viuda', y su amante cómplice, Sebastián Costa, han reunido, a base de atracos violentos, un botín manchado de ceniza y muerte. Atravesando Jaén, Córdoba, Madrid y Valladolid, su huida es un vals macabro: de cortijo en cortijo, de taberna en taberna, dejando atrás cadáveres que hablan más alto que cualquier confesión.

En Bajo tierra seca aprendimos que ella no es una villana al uso, sino un perro de presa que manipula con sonrisa de plomo. Aquí refrenda ese instinto depredador: su ambición no conoce fin y su magnetismo arrastra a cualquiera que busque su propia salvación.

En 'Bajo tierra seca' aprendimos que la Viuda no es una villana al uso, sino un perro de presa que manipula con sonrisa de plomo

Frente a este vendaval humano, el teniente Martín Gallardo y el sargento Darío Pacheco retoman la caza. Gallardo, exsoldado atormentado por sus demonios internos, y Pacheco, músculo y lealtad, son la antítesis perfecta de la pareja fugitiva: defienden una justicia tan estricta como manchada de barro.

Su viaje es un trajín de folios de orden de búsqueda y balas descargadas en la cuneta, pero también un pulso íntimo: cada paso les recuerda que en esa España de inicios de siglo XX los poderosos tiran de hilos invisibles, y los pobres sólo tienen el plomo para equilibrar la balanza.

Ritmo de metralla

Gellida descompone la novela en capítulos cortos y secuenciales que brincan en el tiempo: un flashback aquí, un salto al presente allá, hasta que encajas las piezas como un rompecabezas de carreras frenéticas. Cada final de capítulo es un disparo: un cliffhanger que te sacude el pulso y te obliga a seguir, aunque el corazón te pida tregua.

Cuando menos te lo esperas, Gellida te clava un giro que convierte a tu personaje favorito en sospechoso

La prosa es seca, directa, sin florituras innecesarias, pero salpicada de humor negro que rebaja la tensión justo cuando parece que el lector va a romperse. Y cuando menos te lo esperas, Gellida te clava un giro que convierte a tu personaje favorito en sospechoso —o en víctima— de un engaño mayor.

Más allá de la acción, la novela pinta una España asolada por la desigualdad: en ese paisaje, los silencios gritan. Jaén y Córdoba muestran sus olivares resecados por la guerra y la pobreza; Madrid, su bullicio traicionero donde la ley se compra al mejor postor; Valladolid, su calma aparente antes de que estalle la última traición. No hay romanticismo rural: aquí la tierra es un enemigo, y la miseria un viaje sin billete de vuelta.

Trampas y sobresaltos

Sin revelar spoilers, digamos que Pérez Gellida despliega su mejor juego de prestidigitación en el tramo final: alianzas que se fracturan, identidades que cambian de bando y una revelación que hace temblar la moral de los protagonistas —y la del lector—. Cada verdad destapada siembra dudas sobre todo lo anterior, enseñándonos que en este mundo la lealtad cotiza más alto que el dinero… hasta que merezca la pena traicionarla.

Si buscas un libro que te zarandee sin contemplaciones y te haga retorcerte en cada página, este es tu próximo vicio literario

Porque Nada bueno germina no es un simple thriller: es un torbellino de caracteres extremos, donde la violencia se vive en primera persona y la tensión se siente en el aire como pólvora. Gellida sabe construir personajes tan contradictorios que laten con vida propia, y escenarios tan reales que puedes oler el sudor y la tierra. Las escenas de acción crujen en la mente; los diálogos —a veces ácidos, otras veces melancólicos— rasgan el velo del héroe y el villano hasta convertirlos en dos caras de la misma moneda.

Nada bueno germina consolida lo que Bajo tierra seca insinuó: que la novela negra puede sangrar verdad y que Gellida es uno de sus profetas. Si buscas un libro que te zarandee sin contemplaciones, que te haga retorcerte en cada página y te deje la mente dando vueltas mucho después de cerrar la cubierta, este es tu próximo vicio literario.

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