Que no fuera legal, no quiere decir que no existiera.

"La creencia de que en España no se abortaba antes de 1985, que es cuando se despenaliza el aborto, es mentira, en España se ha abortado siempre". Quien pronuncia esta frase es Paula Boira Nacher, periodista especializada en temas de sociedad que trabaja actualmente en la Agencia EFE.

"La creencia de que en España no se abortaba antes de 1985 es mentira, en España se ha abortado siempre"

Nos citamos con ella para hablar de Un aborto, 8000 pesetas, el gran reportaje en profundidad que acaba de publicar con Libros del K. O. Un relato que busca sacar este tema de la oscuridad que siempre le ha rodeado y homenajear a todos aquellos que lucharon por hacer legal una práctica habitual en nuestro país.

"Hubo una serie de personas, hombres y mujeres", apunta, "que intentaron que ese terror, esa oscuridad, esa insalubridad no fuera la tónica dominante en España, sino que también hubiera puntos de hermandad, de luz y puntos para ayudar a todas las mujeres a que pudiéramos tener ese derecho a abortar".

Tras la pista de Consuelo Catalá

Fue una entrevista a la activista, enfermera y responsable de Salud del Instituto Valenciano, Consuelo Catalá, el germen de este libro. Recuerda Paula Boira Nacher cómo Catalá habló de un aborto que ella se había practicado y de unas redes clandestinas que ayudaban a abortar a mujeres en los años 70. La periodista buscó más información y al no obtenerla, supo que tenía un buen tema de investigación delante.

Después de preguntar a mujeres de su entorno con escaso resultado, se puso en contacto con asociaciones feministas de Valencia. Le costó reunir testimonios porque "todavía hay cierta vergüenza, e incluso culpa, para hablar del aborto", pero los consiguió.

Todos hemos oído hablar alguna vez de las mujeres que iban a Londres a abortar. Ámsterdam, París y el sur de Francia fueron otros destinos, también Marruecos o Portugal. Muchas de estas mujeres eran una privilegiadas para su tiempo.

"Se abortaba ya fuera con perejil, con ruda (una planta silvestre que se tomaba infusionada), con agujas de punto, con lo que fuera"

Como recuerda la periodista, no solo necesitaban el dinero para la clínica, el vuelo y el hotel, también los conocimientos de inglés necesarios para reservarlo todo, "tener un pasaporte, que no todo el mundo tenía, una red familiar que te cubriera esos días y que te diera el permiso para salir fuera de España, porque como mujer no lo tenías".

Por eso, la mayoría optaba por métodos caseros, "ya fuera con perejil, con ruda (una planta silvestre que se tomaba infusionada), con agujas de punto, con lo que fuera". Muchas mujeres morían por las heridas que se causaban o infecciones que se complicaban. En el propio libro se cuenta la historia de una mujer que se introdujo un junco en la vagina, por recomendación de una amiga, que le provocó una perforación y una infección que acabó con su vida.

Una red de sororidad

Uno de los primeros testimonios que se recogen en Un aborto, 8000 pesetas es el de una mujer, que no quiere decir su nombre, que recuerda cómo estuvo presente en la conversación entre su madre y una vecina que estableció entre ellas un vínculo secreto el resto de sus vidas.

Cuenta esta mujer que su madre le confesó a la amiga que estaba embarazada de nuevo y no podía tenerlo, a lo que la otra le respondió que en el descampado de enfrente de sus casas tenía todo lo necesario. Aquello era ruda, una planta que se bebía en infusión y provocaba un aborto. Esta madre y su hija no volvieron a hablar del tema, ni siquiera lo sabe nadie más de la familia.

Manifestación a favor del derecho al aborto, diciembre de 1982
Manifestación a favor del derecho al aborto, diciembre de 1982 | Agencia EFE

Por eso, en los 70, un grupo de activistas creó en Valencia una red clandestina que practicaba abortos seguros. Su artífice fue una activista francesa que trajo a España el "método Karman", por aspiración, el más usado todavía hoy por ser más inocuo que el legrado (el raspado de las paredes vaginales).

Las bombas de aspiración caseras se fabricaban con un bote de Nescafé al que se le practicaban tres agujeros en la tapa. En uno se metía la cánula que serviría para aspirar el contenido vaginal, en otro, un vacuómetro para medir la presión dentro del bote y en el último, una bomba para inflar ruedas de bicicleta con el sistema al revés, así que en vez de inflar, aspiraba, dejando el contenido en el bote.

"Al implicarlas garantizaban que mantuvieran el secreto y tomaban conciencia de que no era algo que les pasaba solo a ellas

Las mujeres contactaban con esta red, que las citaba primero en un piso, les informaba del método y les daba algunas nociones de educación sexual para, otro día, citarlas en casa de alguna en la que se practicaban los abortos en grupo después de firmar un consentimiento. "Al implicarlas garantizaban que mantuvieran el secreto y tomaban conciencia de que no era algo que les pasaba solo a ellas, sino que era un problema sistemático", relata Boira.

Ese problema sistemático era una sociedad que relegaba a las mujeres al papel de madres sin derecho sobre su cuerpo ni su vida. El éxito de este grupo llevó a unos miembros a abrir otro en Sevilla, que a los pocos meses fue desmantelado tras la denuncia del marido de una de las mujeres. Los responsables fueron sentados en el banquillo en un juicio que duró años, pero que despertó una oleada de manifestaciones a su favor, no solo en España.

El aborto hoy en España

Poco después, en julio de 1985, hace ahora 40 años, se despenalizó el aborto en tres supuestos, cuya llegada a veces se cuenta más como un regalo político que como "un derecho que llevaba años en España luchándose por activistas, ginecólogos y por muchas mujeres", asegura la periodista.

En 2010, el gobierno de Zapatero aprobó la ley de plazos con la consiguiente oleada de protestas en la calle a favor y en contra, y en 2014, el entonces ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón quiso cambiar la ley por una más restrictiva que la de 1985, ya que reducía los supuestos a dos al eliminar la malformación del feto. Se dice que eso acabó con su carrera. Porque legalizar el aborto no fue más que permitir a las mujeres hacer lo que siempre habían hecho, pero de forma segura. Cada año, alrededor de 100.000 mujeres ejercen este derecho en nuestro país.

"El control de la mujer siempre ha sido una constante, nuestros derechos son los últimos que se ganan y los primeros que se pierden"

Desde entonces, el debate del aborto parece no haberse zanjado del todo. Todavía hoy, el presidente del PP, Alberto Núñez Feijoo, al ser preguntado por esto en 2023, confirmó su respaldo a la ley de plazos por considerarlo un derecho de la mujer, aunque no un "derecho fundamental".

Mientras, su principal socio, el líder de la formación de extrema derecha Vox, Santiago Abascal, declaró ese mismo año que pretenden "cambiar por completo el rumbo" con respecto a este tema. Un retroceso sin igual lo hemos visto ya en Estados Unidos con Trump, faro que guía a la extrema derecha española.

"El control de la mujer siempre ha sido una constante en todas las sociedades", asegura la autora de Un aborto, 8000 pesetas. "Nuestros derechos son los últimos que se ganan y los primeros que se pierden".

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