En Sevilla, se encuentra el Katay, un restaurante asiático que necesita de la ayuda de Chicote. Para ver en qué falla el negocio, el chef empieza por probar sumai, sushi y tataki, unos platos por los que tiene que esperar más de media hora.

Cuando llega el sumai, se da cuenta de que los productos son congelados y que los niguiris están manipulados. “Parece que los ha hecho un troll”, comenta. El arroz está frío y a a Chicote le da la sensación que está “haciendo el canelo”, porque lo que está comiendo lo podría comprar él en la tienda de debajo de su casa. Tras analizar la comida, Chicote pregunta a Giovanni, uno de los socios, si se van sin pagar los clientes.