Desde un acantilado en el cabo asturiano de Peñas, Rosaura y otras siete mujeres fueron arrojadas al mar por los falangistas

Corría el año 1938, uno después de que la Guerra Civil finalizara en Asturias. Esta es una historia de venganza.

"Tengo algo idealizada a Rosaura porque hay que ser muy valiente muy valiente para salir, con la que estaba cayendo, al balcón de casa y llamar a los fascistas criminales", explica su nieto, Juan Rodríguez Rodríguez.

Rosaura y sus compañeras cometieron en crimen de tener algún vínculo con hombres perseguidos en la zona. Entre ellos estaba un chico que escondía María, la abuela de Conchita Fernández Fernández. "La cogieron, vino la Guardia Civil a casa porque sabían que escondía a un chico, la llevaron al cuartel y mi madre no la volvió a ver más".

Rosaura y María se dejaron la vida en las piedras del acantilado. Sin embargo, días después el mar las llevó de vuelta a la herida.

El nieto de Rosaura, Juan Rodríguez Rodríguez, insiste en que "hay muchas heridas que llevan años supurando y hay que hacer justicia a la gente que está allí metida".

Según los testimonios de la época, sus cuerpos fueron enterrados en el cementerio de Bañugues, enterrados por decir algo. "Enterrados por decir algo", afirma Juan Rodríguez y añade que sólo "están tapados con tierra".

Allí yace la esperanza de Juan y Conchi, ambos esperan que los restos exhumados en mayo correspondan a los de sus abuelas."Es agotador, pero nunca me rendí, sabíamos que teníamos que sacarlas de allí", explica Conchi

Los resultados de ADN están por llegar, pero mientras, casi 80 años después del asesinato de su abuela, Juan se indigna con aquellos que prefieren no remover estos temas por cuestión, dice, de sensibilidad: "¿Sensibilidad? ¿Y la sensibilidad de la gente que está esperando por todo esto no existe? Todavía estamos en las dos Españas hasta que no se cierren las heridas". Por eso, pide a las autoridades que aunque no colaboren, por lo menos, no pongan palos en las ruedas.