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FRENAN EL AUMENTO DE CONTAMINANTES EN EL MAR

La extraña sociedad marina de los comedores de plásticos

Los expertos descubren que los plásticos que flotan sobre la superficie marina han generado un peculiar ecosistema de seres vivos que se alimentan de él y van limpiando el agua, aunque también suponen un potencial peligro.

Diatomeas y bacterias comedoras de plásticos

Julia Reisser & Jeremy Shaw Diatomeas y bacterias comedoras de plásticos

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Un antiguo dicho en latín reza 'quod me nutrit me destruit', es decir, 'lo que me alimenta me destruye' (sí, una de las cosas que Angelina Jolie lleva tatuadas). Unos cuantos siglos más tarde de que fuera enunciada la frase, y con un sentido menos alegórico, cobra sentido por algo peculiar que pasa en los océanos. Una de las crisis ecológicas más importantes de nuestro tiempo ha acogido, a su vez, formas de vida.

La cosa es que sobre nuestras aguas hay una ingente cantidad de plástico flotante. No son grandes láminas ni nada por el estilo, sino fragmentos milimétricos fruto de la descomposición y desintegración de residuos más grandes que los humanos vamos dejando en el mar. Su origen es muy diverso, desde los transportes (barcos, aviones...) hasta los residuos propios de depuradoras y alcantarillados.

Todo ese ingente volumen de desechos suponen una enorme amenaza medioambiental, ya que no sólo contaminan al descomponerse en elementos tóxicos, sino que restan la capacidad de regeneración de oxígeno, reducen la luz, obstruyen circuitos respiratorios y ahogan a la fauna y flora de muchas partes del mundo. Es, sin embargo, una amenaza bastante silenciosa porque, gracias a las corrientes marinas, las mayores concentraciones se producen lejos de nuestra vista, en una enorme franja oceánica entre Asia y América, donde el océano cubre miles de kilómetros de este a oeste.

A esa gigantesca acumulación de plásticos se le conoce como el gran vórtice de basura del Pacífico Norte y, según la densidad que se contemple, su extensión es de casi 1,5 millones de kilómetros cuadrados (imposible medirlo en campos de fútbol, vendría a ser como tres veces España.

Los expertos estimaban que, gracias a la mano del hombre, y viendo el rapidísimo crecimiento de los residuos plásticos en las últimas décadas, el problema acabaría explotándonos en las costas. Pero, de momento, no ha sucedido ¿Nos hemos vuelto más limpios? ¿Estamos recogiendo lo que ensuciamos? No. Paradójicamente la naturaleza se está encargando de limpiar lo que los humanos no hemos hecho y, aunque no es suficiente como para reducir la amenaza, al menos está conteniéndola en parte.

Según una investigación publicada en PLoS One, que confirma pistas anteriores promovidas por diversos grupos de científicos volcados con la contaminación oceánica, sobre los plásticos hay formas de vida. Se trata de diversos tipos de algas microscópicas, bacterias y demás que tienen una función ambivalente.

La parte buena es que están desmenuzando, hundiendo y digiriendo parte de ese plástico. En concreto hay dos actores importantes aquí. Por un lado las algas diatomeas, que fracturan con su crecimiento los fragmentos milimétricos de plástico y, con el tiempo, lo hunden por su propio peso; eso, además de acelerar el proceso de descomposición, hace que se reduzcan problemas relativos a la luz y el oxígeno bajo el plástico -aunque no el de las sustancias contaminantes-. Por otro lado están las bacterias de tipo

Por una parte, la mala: están alterando el equilibrio natural actual. El hecho de que haya extensiones de nuevas algas y microorganismos flotando en océano abierto implica que haya colonias de insectos en altamar, alimentándose de ellos... y viajando con ellos a través de las mareas.

Y eso por no hablar de lo que pueden acarrear dichos microorganismos, porque los polizones que viajan junto a las diatomeas comiendo plástico son bacterias del género vibrio, capaces de provocar enfermedades digestivas o cólera.

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