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ESCASAS EVIDENCIAS CIENTÍFICAS

La verdad sobre aplicaciones, protectores y gafas que filtran la luz azul

No existen pruebas suficientes para asegurar que la exposición prolongada a la luz azul daña los ojos, aunque sí se ha demostrado que altera el sueño.

Las pantallas emiten luz azul para acentuar el brillo

Las pantallas emiten luz azul para acentuar el brillo Visualhunt

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La luz azul no es otra cosa que una zona del espectro electromagnético de la luz visible, concretamente, la que comprende ondas con longitudes de entre alrededor de 380 y 500 nanómetros. Proviene, por tanto, de diversas fuentes, desde el Sol hasta las luces led, pasando por las pantallas ordenadores y móviles.

Desde hace unos años, este tipo de radiación ha cobrado mala fama debido a unos posibles perjuicios para la salud que han inspirado el desarrollo de aplicaciones, protectores de pantalla y gafas para filtrarla. Sin embargo, aunque es cierto que puede producir ciertos efectos negativos en el organismo, no todas las afirmaciones sobre estas emisiones son verdaderas ni están basadas en suficientes evidencias científicas.

Factores que sí (y que no) deberían preocuparte

Existe una creencia bastante extendida de que la luz azul procedente de los led puede penetrar hasta la parte más profunda del ojo, causando daños que pueden provocar trastornos como degeneración macular, que empeora paulatinamente la visión. La verdad, no obstante, es que no se ha demostrado que la irritación o molestias en los ojos derivadas de mirar durante mucho tiempo una pantalla se deban a la luminosidad en sí misma.

La causa, más bien, es que forzamos la vista y que tendemos a pestañear menos mientras observamos atentos un dispositivo, de manera que las lágrimas presentes en la superficie del ojo se evaporan más rápidamente de lo normal. De ahí que podamos sentir picor, sensación de tener arena o escozor.

Ninguna investigación ha arrojados resultados suficientes para afirmar que la luz azul dañe los ojos
Ninguna investigación ha arrojados resultados suficientes para afirmar que la luz azul dañe los ojos | Stefan Insam I Flickr

A pesar de ello, pueden encontrarse estudios que vinculan la luz azul con la degeneración macular propia de la edad o con problemas de retina. Lo que ocurre es que la mayoría de ellos están financiados por empresas o se basan en ensayos con animales, puesto que la exposición a esta radiación en personas varía mucho de unos individuos a otros, y los que se han llevado a cabo en humanos no han logrado demostrar que produzca daños en la vista.

De lo que sí tenemos pruebas fehacientes es de que la exposición prolongada a luz azul puede alterar nuestros niveles de alerta, ritmos circadianos (los ciclos biológicos que regulan el sueño y la vigilia) y la liberación de melatonina más que otros tipos de radiación. Es decir, puede hacer que nos cueste dormir más de la cuenta.

La efectividad de los filtros

Por otro lado, no existen evidencias suficientes para asegurar que los dispositivos que prometen filtrar la luz azul eliminen la proporción suficiente para reducir o desterrar por completo estas consecuencias. Pese a ello, muchas compañías siguen prometiendo proteger los ojos de sus clientes con distintos tipos de dispositivos.

Entre el amplio abanico de inventos, se encuentran los recubrimientos plásticos para pantallas que, además de protegerlas de rayones, filtran cierto porcentaje de luz azul. También se incluyen en la lista aplicaciones como Night Shift Pro, que promete aplicar un filtro de colores cálidos que neutraliza los tonos azules y verdes en los dispositivos para evitar la alteración de los ritmos circadianos del cuerpo.

Aunque un estudio publicado en el 2009 probaba, hasta cierto punto, la efectividad de la tecnología diseñada para bloquear la luz azul, solo contaba con una veintena de participantes en un ensayo de tres semanas, por lo que sus resultados son insuficientes para sustentar la eficacia de los filtros.

Si bien la ciencia no avala aún las promesas de los fabricantes de estos artículos, es cierto que algunos de los usuarios que los han probado afirman haberse beneficiado de sus supuestos efectos positivos. Pero, para los más escépticos, la falta de pruebas puede ser razón más que suficiente para no dejarse los cuartos en estos productos. Al menos, hasta que se demuestre su eficacia.

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