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SOLEMOS TENER UNA OPINIÓN EQUIVOCADA SOBRE LOS TACAÑOS

La tacañería también proporciona felicidad y salud

Todos conocemos a alguien que a la hora de tomar algo prefiere pagar sólo su consumición y no dividir el gasto en partes iguales. Un comportamiento que no lo hace más infeliz... de hecho, en muchas ocasiones las personas que menos derrochan son las que más triunfos acaban consiguiendo en la vida

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La tacañería también proporciona felicidad y saludWikipedia

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Tanto la literatura como la cinematografía se han encargado de enseñarnos un estereotipo de las personas tacañas que, en muchas ocasiones, está alejado a como son realmente. Nos los muestran como individuos huraños, a veces mezquinos y normalmente malhumorados, sin disfrutar de una gran vida social y con un círculo muy reducido de amistades. Pero nada más lejos de la realidad.

Son muchos los que podrían ser señalados de agarrados, pero que en su día a día ni ven afectadas sus relaciones personales con otras personas, ni dejan de considerarse plenamente felices y, además, gozan de buena salud.

Sin tener en cuenta los casos extremos -un tacaño patológico o un derrochador compulsivo- hay varios estudios acerca de si puede disfrutar de la vida con total normalidad alguien que tiene por norma no gastar más de lo debido y no derrochar ni un solo céntimo. Y la respuesta es un sí rotundo.

Las ventajas de la tacañería

Se ha comprobado que aquellos considerados como tacaños pueden llegar a prosperar y conseguir metas de forma mucho más fácil y rápida que quien tiene el hábito de gastar más alegremente. El tacaño no tiene prisa en conseguir su objetivo, que suelen fijar a medio o largo plazo, mientras que un malgastador necesita invertir más para conseguir que los beneficios lleguen a corto plazo, algo que en la mayoría de ocasiones provoca que se conviertan en negocios fallidos.

El tacaño gasta menos dinero, pero lo invierte adquiriendo aquello que le es realmente preciso. Justo al contrario que un derrochador, que adquirirá cosas inservibles sólo por el hecho de querer tenerlas. Eso provoca que quien economiza acabe disponiendo de un colchón financiero que, en caso de apuro o crisis, le puede solventar cualquier problema. Por contra en el lado contrario no se suele disponer de ahorros suficientes para hacer frente a un contratiempo, motivo por el que se debe tirar de tarjetas de crédito o préstamos personales, teniendo que pagar una gran cantidad de intereses que a la larga lo empobrecen todavía más.

Está demostrado por tanto que durante una recesión económica en la que el conjunto de la población tiende a empobrecerse y perder poder adquisitivo, las personas que han mantenido hasta entonces un modo de vida austero -es decir, han sido tacaños a la hora de gastar y no han despilfarrado el dinero- tienden a superar las adversidades con mayor facilidad.

Una persona a la que no le gusta malgastar compra menos ropa, pero cuando lo hace ésta suele ser de mayor calidad -aunque sea en alguna rebaja o tienda de saldos-. No conciben tener que comprar varias prendas de vestir cuando menos ya les hace un buen servicio. Mientras un malgastador o comprador compulsivo suele lanzarse a cualquier tipo de oferta y a adquirir algunos productos que a priori no precisa, el tacaño suele realizar sus compras pensando en que éstas tengan una larga y provechosa utilidad.

Los efectos en la salud

En cuanto a temas relacionados con la salud, no hay estudios específicos que puedan demostrar que el hecho de ser un rácano con el dinero tenga una influencia directa en una menor esperanza de vida de los derrochadores. Por norma general, no destacan por ser personas con salud frágil y, en caso de serlo, no es consecuencia directa de su vida austera.

Sí existe sin embargo un estudio realizado con 140 individuos de los dos sexos a principios de esta década por la Nottingham University Business School. En esta investigación se llegó a la conclusión de que las personas que se declararon como ‘tacañas’ destacaban por tener unos hábitos de consumo saludables, hacer un mejor uso de los ahorros, no dejarse influenciar fácilmente a la hora de comprar e invertir y, en definitiva, en gastar dinero de un modo más racional y menos lucrativo.

También destacaba en dicha publicación el hecho de constatarse que la mayoría de prejuicios que la sociedad tiene hacia las personas tacañas no dejan de ser meros estereotipos, provenientes en su mayoría de personajes de ficción. De hecho concluía que a un tacaño -que no lo sea patológico- no le hace infeliz gastar dinero; lo único que hace es gastar menos, y lo hace de una manera más responsable y eficaz.

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