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UNA ADVERTENCIA PARA EVITAR EL CONOCIDO COMO ‘EFECTO ANTABUS’

¿Por qué los médicos aconsejan no beber alcohol cuando nos estamos medicando?

Cuando empezamos un tratamiento médico es común que el facultativo nos advierta de la inconveniencia de ingerir bebidas alcohólicas como prevención y con el fin de evitar cualquier posible incompatibilidad con los fármacos que hemos de tomar

¿Por qué los médicos aconsejan no beber alcohol cuando nos estamos medicando?

¿Por qué los médicos aconsejan no beber alcohol cuando nos estamos medicando?Agencias

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Posiblemente te habrá pasado: vas con un grupo de gente a tomar unas copas y alguien de los presentes se excusa de beber alcohol debido a que está medicándose y quiere evitar que le haga algún tipo de reacción, empeoren los síntomas por los que se medica o que simplemente el fármaco pierda su efectividad y no le haya servido de nada haber hecho el tratamiento.

Tenemos asociado que mezclar alcohol con cualquier fármaco es contraproducente, siendo los propios facultativos en la inmensa mayoría de las veces quienes nos advierten sobre mezclar el medicamento que nos han recetando con bebidas alcohólicas.

Años atrás se realizaba tal recomendación por el desconocimiento sobre lo que realmente podría pasar pero hoy en día -en la práctica mayoría de casos- esta advertencia se realiza a modo de prevención y con el fin de crear en los pacientes el hábito de no combinar al mismo tiempo fármacos y alcohol.

Existen algunos medicamentos que carecen de incompatibilidad con la ingesta de alcohol –siempre y cuando no se abuse de ambos, evidentemente- pero también hay muchos de ellos, específicos para tratar alguna dolencia determinada, que al mezclarse con algún tipo de bebida alcohólica pueden ser altamente perjudiciales para la salud. Es precisamente por esos fármacos en concreto por lo que se incide tanto en la advertencia médica.

Entre los fármacos en los que está probada la incompatibilidad con la ingesta de alcohol se encuentran los tranquilizantes, ansiolíticos o antidepresivos, los antinflamatorios, analgésicos, anticoagulantes, antiepilépticos y antibióticos.

En los tres primeros tipos de medicamento se desaconseja el consumo de alcohol debido a que éste puede contrarrestar los efectos del fármaco, teniendo en cuenta que suelen ser prescritos para tratar cuadros de ansiedad, nerviosismo, estrés, depresión o insomnio crónico, y el frenar la efectividad en pleno tratamiento podría ser altamente perjudicial para el paciente. Otros efectos que pueden llegar a producirse –en algunos casos muy específicos- es un aumento de la presión arterial, que podría llegar a provocar algún accidente cerebrovascular.

En el caso de algunos tranquilizantes –como Valium- lo que puede ocasionar la ingesta de alcohol es que se potencie sus efectos y con ello provoque problemas momentáneos con la psicomotricidad y descoordinación de los reflejos o en el habla.

En cuanto a los antinflamatorios, aunque no ocurre en todos los casos, se puede llegar a desarrollar alguna dolencia ulcerosa, debido a que la mezcla con alcohol ocasiona daños en el revestimiento estomacal.

Con algunos analgésicos podría ocurrir lo mismo que con los antinflamatorios e incluso agravarse con problemas hepáticos, debido a que el hígado –encargado de metabolizar todo ello- produce una molécula llamada metabolito que se convierte en un potente tóxico.

Por otra parte, el beber alcohol cuando se está tomando ciertos antibióticos –contra infecciones respiratorias, intestinales o vaginitis, entre otros- también puede ser altamente contraproducente, no sólo porque pueda disminuir su efectividad sino debido a que puede provocar lo que se conoce como 'efecto antabus': nauseas, vómitos, mareos, dolor de cabeza, espalda y articulaciones, sudoración excesiva, vértigos o taquicardias.

Todo ello es debido a que la reacción entre algunos compuesto químicos presentes en dichos fármacos con el alcohol provoquen que el etanol no se degrade correctamente y produzca una sustancia tóxica para el organismo sin que se metabolice correctamente lo ingerido.

En base a estos síntomas se comercializa un fármaco llamado ‘antabus’, de donde recibe el nombre el mencionado efecto, que es utilizado en el tratamiento de adicción al alcohol.

El antabus –también conocido como 'disulfiram'- es suministrado a personas alcohólicas en proceso de desintoxicación bajo expresa autorización de éstas. En el momento que prueban cualquier tipo de licor –por baja que sea su graduación- comienzan a encontrarse mal y a sentir los síntomas descritos tres párrafos más arriba, lo que les ayuda a dejarlo.

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