TecnoXplora» CienciaXplora» Divulgación

INSTRUMENTOS MECÁNICOS NATURALES

En invierno somos menos habilidosos (y la ciencia explica por qué)

Que tus manos no respondan cuando hace un frío que pela y casi se vuelvan "de gacha" tiene una explicación científica: aunque al final de nuestro antebrazo contemos con dos instrumentos mecánicos naturales de eficiencia envidiable, sus capacidades dependen en gran medida de la temperatura exterior.

En invierno somos menos habilidosos

En invierno somos menos habilidosos Rafiq Sarlie en flickr cc

Publicidad

Nuestras habilidades para manejar objetos dependen en gran medida de la temperatura. Así se demostró en experimentos con trabajadores que desarrollan su labor en entornos fríos, por ejemplo empaquetando carnes y pescados, gracias a la investigación de un grupo de científicos de la Universidad Nacional de Taiwan.

Estos investigadores calcularon que cuando la temperatura ambiental cae a 11 ºC, la destreza manual se reduce hasta un 55%. Y que los dedos son los que más se enfrían, perdiendo no sólo agilidad, sino también sensibilidad táctil. La investigación reveló también que, a esta temperatura, se nos dan peor las tareas que requieren destreza bruta -como enroscar una tuerca- que las que exigen destreza fina -como pinchar con un alfiler-. Eso y también que la fuerza a la hora de agarrar o sostener cosas se reduce un 12% después de 40 minutos expuestos al frío.

Otro estudio reciente realizado por ingenieros de Hong Kong confirmaba esa pérdida de destreza por la bajada de temperatura y añadía otro efecto: la velocidad de reacción de las manos disminuye cuando el mercurio desciende hasta 10ºC o menos. Dicho de otro modo, tardamos más en pulsar un botón con frío que en un entorno caldeado.

La importancia del hallazgo

Lejos de ser un asunto baladí, la torpeza a consecuencia del frío podría aumentar el número de accidentes laborales entre quienes trabajan durante el invierno con maquinaria, así como en los equipos militares y científicos que se desplazan hasta el Ártico o la Antártida, como advertían los autores del estudio.

La explicación es muy sencilla. Por un lado, cuando hace frío, los vasos sanguíneos de las manos se contraen y llega menos sangre -y por lo tanto menos oxígeno- no sólo a los pies y a las manos, sino a toda la piel. Esta medida evita que el calor corporal se pierda y que la sangre se enfríe, paliando una posible catástrofe. Pero también contribuye a que seamos más patosos en invierno.

A esto se le suma que cuando los músculos se quedan fríos no sólo reciben menos oxígeno, sino que además se reduce la capacidad de contracción de sus fibras. Y que, como la bajada de temperatura también aumenta la viscosidad del líquido sinovial de las articulaciones, la muñeca y las articulaciones de los dedos se vuelven más rígidas, igual que les sucede a los tobillos y a las rodillas.

Lo que también puede venirse a menos en la estación fría es la capacidad del cerebro de realizar tareas con atención sostenida. De acuerdo con un estudio belga del que se hacía eco la revista 'PNAS', es en el solsticio de invierno cuando a la sesera -el tálamo y el hipocampo, en concreto- se le da peor concentrarse de forma selectiva y mantenida en una tarea. Justo lo contrario que sucede en verano.

Publicidad