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"CARA DE BICICLETA"

Cuando el hombre inventaba enfermedades para discriminar a la mujer

Hace un par de siglos, cuando la mujer empezaba a integrarse en la vida ciudadana alcanzando cotas hasta entonces reservadas para los hombres, el machismo se manifestaba con invenciones pseudocientíficas como la enfermedad de la 'cara de bicicleta'

Victorianas en Bicicleta

Victorianas en Bicicleta Telegraph

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A medida que el movimiento feminista iba apareciendo en la sociedad francesa de finales del XVIII, los ridículos ramalazos del machismo replicaban para frenar de cualquier forma la escalada en la igualdad de derechos.

Algunos representantes de la ciencia también participaron de este grotesco plan misógino por mantener a la mujer en el plano secundario del matriarcado y trabajo limitado al ambiente doméstico. Los médicos eran sólo hombres, y como tales prostituían su código deontológico en favor del honor y clase social. Si era necesario algunos hasta se inventaban enfermedades.

En este contexto de esclavitud y servidumbre la invención de la bicicleta a principios del XIX fue, probablemente, un arma mortífera para el yugo machista. La independencia que otorgaba el medio de transporte a las mujeres era intolerable para una sociedad acostumbrada a medir todo en la escala de los estrógenos. Hasta entonces la mujer sólo salía de casa acompañada del cabeza de familia o en un radio de acción asumible para el control social de vecinos y conocidos. La bicicleta era un arma descomunal de emancipación. Y aunque su precio no era popular (como un caballo de tiro) podían salir solas, a kilómetros de distancia y sin un control marital efectivo, y había que prescindir de esos imposibles vestidos que impedían el pedaleo y escondían su feminidad. Esto era intolerable para las familias de bien.

Los médicos de la época eran fiel reflejo de la sociedad. Muchos de ellos sostuvieron que los cuerpos de las mujeres no eran adecuados para la práctica del ciclismo. Debido a su naturaleza y complexión física no estaban preparados para el agotamiento que suponía el pedaleo. Pero eso no era lo peor. La bicicleta era un atajo para la depravación sexual de las esposas. Sentarse a horcajadas, el traqueteo de sus senos, el frotamiento de los sillines contra sus órganos sexuales. La agitación constante del útero y las nalgas. Todo ello provocaba una esterilidad segura que las marginaría como desechos de sociedad. Un experto médico francés de la época aseguraba que el estado de excitación frenética del ciclismo “arruinaría la finalidad matrimonial de los órganos femeninos''.

Pero no era suficiente. Había que crear un síndrome específico para que la propaganda funcionase. Una enfermedad exclusiva de la bicicleta. Fue el doctor inglés A. Shadwell quien en 1897 publicó en la revista National Review un artículo que definiría la nueva enfermedad. Cara de Bicicleta. “Los oscuros peligros del ciclismo”.

Ojos saltones, debilidad mandibular, mueca forzada y arrugas por toda la cara, piel seca y dolor facial... La tensión continuada en el tiempo para mantener el nuevo invento en equilibrio dejaba en la cara de las mujeres una huellas perennes después del ejercicio. Sus delicados rostros no estaban diseñados para aguantar el esfuerzo físico y psíquico que requiere el equilibrio constante. Ni siquiera se hacía hincapié en patologías de espalda o articulaciones relacionadas con la postura o movimiento que pudieran afectar también al hombre. La idea era disparar a la línea de flotación del tópico competitivo en las mujeres de entonces: la belleza.

Para rematar, algunos expertos añadieron la tuberculosis como síndrome asociado al abuso del esparcimiento femenino en bicicleta. Respirar a esa velocidad el aire poluto de las ciudades sin la protección de un carruaje podría desencadenar más fácilmente la mortal enfermedad en los pulmones más vulnerables, los femeninos. En el artículo de A. Shadwell se relaciona también con la actividad el bocio y el apendicitis por el simple hecho de documentar manifestación de casos mientras se montaba en bicicleta.

Pero todo fue en vano. A pesar de fabricar “listas de cosas que no puede hacer una mujer en bicicleta” muchas mujeres se empezaron a disfrazar de hombre, se cortaban el pelo y hasta iban fumando en bicicleta para escapar de esta absurda persecución. Los pantalones dejaron de ser una prenda exclusivamente masculina. Los corsés y faldas gigantes desaparecieron. Y, para las mujeres, la bicicleta dejó de ser un mero medio de transporte para convertirse en un instrumento social para su empoderamiento.

“Para los hombres la bicicleta en un principio no era más que un juguete nuevo, otra máquina para añadir a la larga lista de los dispositivos que conocían por su trabajo o el juego. Para las mujeres, era un caballo para descubrir un nuevo mundo".

- Revista Munsey 1986.

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