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DEL LATÍN AL INGLÉS

¿Cómo ha llegado el inglés a convertirse en el idioma científico por excelencia?

La obra de Galileo Galilei que describe las lunas de Júpiter está en latín, pero otras posteriores las redactó en italiano. El panorama de la ciencia no siempre ha estado dominado por el monolingüismo ni por el inglés.

El inglés domina el mundo

El inglés domina el mundo Glenn Strong en Flickr CC

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Hoy, la asignatura obligatoria de los científicos de cualquier área es un idioma: el inglés. Inglés para hablar con los asistentes a un congreso, inglés para escribir sus artículos e inglés para comunicarse con sus colegas de otros países, ya procedan de Praga o Kuala Lumpur.

Sin embargo, esto no ha sido así siempre. A finales de la Edad Media y durante el Renacimiento, la ciencia era políglota. El latín dominaba la escena en el lenguaje académico, pero nadie lo utilizaba para comunicarse a viva voz con un colega.

Encontramos un ejemplo en Galileo Galilei, que en 1610 publicó el descubrimiento de las lunas de Júpiter en latín, pero sus últimos trabajos están en italiano. Algo similar ocurre con Newton: escribió su obra ‘Principia’ (1687) en latín, pero redactó otras posteriores en inglés.

Aunque tampoco hace falta remontarse tan atrás. Hace tan solo un siglo, los científicos occidentales hablaban entre ellos y redactaban sus hallazgos en francés, alemán, español, italiano o ruso. ¿Qué ha pasado para que la ciencia se haya vuelto monolingüe?

Globe at the Science Museum, Jerusalem


La comunidad científica es multicultural, pero se comunican en un solo idioma.

La Revolución Industrial del siglo XVIII y el concepto de eficiencia iniciaron el proceso. Saber múltiples lenguas o leer en otras para hacer tu trabajo requiere demasiado tiempo y esfuerzo.

Después, la Primera Guerra Mundial (1914) proporcionó el empuje definitivo. Los científicos alemanes se aferraron a su lengua como única herramienta de comunicación, mientras los miembros de la Triple Entente (Gran Bretaña, Rusia y Francia) hacían lo mismo en sus respectivos países.

Así, con cada parte enfrascada en su producto nacional, aterrizamos en los años 1920. Una vez terminada la contienda, el Consejo de Investigación Internacional (dirigida por la Entente) comenzó a boicotear a los investigadores germanos.

Al otro lado del charco, en Estados Unidos, la mitad de los estados prohibieron el uso del idioma teutón en público, por teléfono y en las escuelas. Unas normas que desaparecieron posteriormente, pero no sus estragos: varias generaciones crecieron sin ningún contacto con una lengua extranjera.

Una década después, las cuestiones políticas continuaron dominando el panorama. Hitler prohibió la llegada de científicos de otros países y se volvió incluso contra los de su propio territorio. Los que pudieron, emigraron, como el físico James Franck (se mudó a Chicago) y Max Born, que se trasladó a Edimburgo.

Germany - WW2

Era la oportunidad perfecta para Estados Unidos. Con muchos alemanes en su territorio y el éxito de su sistema científico, que exportaron a esta parte del Atlántico, se afianzó en el panorama de la investigación internacional. Solo la Unión Soviética le hacía frente, pero publicar en ruso era un posicionamiento político arriesgado.

Los expertos estadounidenses no necesitaban (ni querían) aprender otras lenguas, y en Europa la prevalencia del inglés se hacía cada vez más patente. Si franceses, italianos o españoles querían que alguna personalidad importante conociera su trabajo, necesitaban redactar y leer en el idioma anglosajón.

A principios de la década de 1980, más del 80% de las publicaciones científicas estaban ya escritas en inglés. Actualmente, la cifra ronda el 99%. Lejos de discusiones sobre su conveniencia, está claro que las rivalidades políticas han guiado el camino de la ciencia hacia el monolingüismo.

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