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ERRORES CIENTÍFICOS DEL CINE

Si el cine fuese honesto con la ciencia, Bud Spencer y Terence Hill serían asesinos en serie

Es normal que el cine sea algo deshonesto con la ciencia. Entrar en una sala ya supone una concesión pagada a la credulidad y a la fantasía, pero siempre hay condiciones. La prerrogativa o exención a las reglas de la física o sentido común no pueden ser un comodín enquistado por siempre.

Bud Spencer y Terence Hill

Bud Spencer y Terence Hill Agencias

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Es normal que el cine sea algo deshonesto con la ciencia. Entrar en una sala ya supone una concesión pagada a la credulidad y a la fantasía, pero siempre hay condiciones. La prerrogativa o exención a las reglas de la física o sentido común no pueden ser un comodín enquistado por siempre.

Tener cierta formación científica es siempre un hándicap. Hay un momento mágico, a la salida del cine, donde uno repasa la historia y analiza sus coherencias. Si pasa esa criba y la congruencia argumental, puede convertirse en obra maestra. Muy pocas lo hacen y no tiene nada que ver con su fidelidad científica. Blade Runneres una excelente película de ciencia ficción pero muy creíble mientras que Armageddon es un intento de ejercicio científico que no se cree ni el peluquero de Bruce Willis.

Esa sensación de estafa emocional comienza en la infancia. Si el cine fuese honesto con la ciencia Bud Spencer y Terence Hill serían los mayores asesinos en serie de la historia del séptimo arte. En sus películas nunca moría nadie pero un puñetazo en la cabeza no demasiado violento te suele matar, más si es en la sien, nasión o cerebelo. Por no hablar de sillas, mesas o botellas descomponiéndose atómicamente en tu cráneo como si fuesen de corchopan -que lo son-.

Los boxeadores llevan guantes acolchados no por no hurgarse la nariz sino para amortiguar la energía cinética y ni aún así pueden evitar la pérdida de consciencia en los golpes planos. La mayoría de las peleas del cine infravaloran la fragilidad del cuerpo humano para convertirlo en una armadura blindada que quiere proteger celosamente la emoción y ritmo de guiones normalmente mediocres. Lo peor es que hay garrulos que se creen en esa inmunidad cuando pasean su etilismo -sin ese- por la calle.

Otro mantra muy usado y forzado -como el grito_Wilhelm- es el llamado ‘Baile de la Muerte’. Ese instante que perpetúa el sometimiento a la gravedad de un personaje normalmente atravesado por daga, espada o plomo. Las licencias del cine hacen interminables lo que normalmente suele ocurrir en décimas de segundo.

La pérdida de consciencia es como un chispazo que bloquea inmediatamente todo el sistema musculoesquelético sin opción a mueca. El record absoluto lo tiene una producción italiana de serie Z en la que Klaus Kinski se atrevió a participar. Observen el visaje del final:

Cuando la serie B agota el decálogo de tretas y argucias manidas contra el sentido común se inventa comodines grotescos que atentan contra el sentido del ridículo para ganarse al público desde el humor.

Las persecuciones motorizadas son un género a explotar -nunca mejor dicho- Un coche jamás explota cuando choca, debido a la proporción de mezcla del carburante… ¿y alguien sabe quién fabrica esos coches que vuelan? Un automóvil no preparado no puede saltar más de unos cuantos centímetros sin destrozar su amortiguación. Pero lo peor no son los infinitos errores físicos que despliegan esas ‘carreras de latas’, lo peor es cuando no tienes presupuesto para derrapar con un buen carro…Observen:

No sólo las películas de serie B abusan de lo que yo llamo la ‘cineciencia’. Atención a este vídeo del 007 de Roger Moore y su ‘Vive y deja morir’. El agente estrena una de esas rocambolescas armas que diseñó en exclusiva el agente Q. Consiste en una bala que expulsa aire comprimido.

Obviando que la cantidad de aire comprimido que cabe en un par de centímetros cúbicos es más bien ridícula, Roger decide metérsela por la boca (gracias a Dios) a uno de sus malvados enemigos. El final de la escena rompe con todas las leyes de la física, termodinámica, biológicas… y del buen cine. No se rían, por favor, estamos investigando:

Hay pequeños detalles que por acción u omisión el cine nos ha hecho interiorizar como reales pero que la ciencia y la experiencia desmontan para disgusto de especialistas y frikis. Por ejemplo: ¿Sabéis ese ruido tan chirriante muy característico que hace una espada al desenvainar? ¿Ese rechinar al rozar acero con acero? ¿Alguien ha desenvainado alguna vez?

Carece de toda lógica. Todas las vainas van forradas con cuero o tela en su interior para proteger y evitar que se oxide y melle el metal en contacto con otro metal. ¿Y el sexo? Todo el mundo sabe cómo suena el sexo ¿Es que nadie va a reproducir alguna vez cómo suena de verdad el sexo?

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