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MÁQUINAS DE MATAR Y TORTURAR

La ciencia de la tortura

Los regímenes y carceleros más siniestros han utilizado a lo largo de la historia todos los instrumentos a su alcance para torturar o deshacerse de las personas. Te invitamos a un viaje histórico por estos inventos llenos de horror.

Imagen del Museo de la Inquisición de Lima

Imagen del Museo de la Inquisición de Lima rafaelgomez en Flickr bajo licencia CC

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Edgar Allan Poe describe perfectamente en 'El pozo y el péndulo' la sensación de desesperación de un reo de la Inquisición. Espera en el fondo del agujero, cual infierno de Dante, que un péndulo con borde de acero afilado descienda lentamente para acabar con su vida.

Todo un 'thriller' psicológico que muestra en pocas páginas la peor cara del ser humano, que es cuando usa todos los instrumentos que tiene a su alcance para provocar el terror en otros. O incluso su muerte, muchas veces de una forma lenta y agónica.

Una crueldad que tristemente no nos sorprende, sobre todo cuando en Guantánamo se utilizó hace pocos años la técnica de ahogamiento simulado. Una técnica que, a su vez, fue utilizada contra los soldados americanos por los japoneses en la Segunda Guerra Mundial.

Pero queremos poner en foco en los utensilios más crueles que se han usado a lo largo de la historia para conseguir confesiones, castigar con dolor o matar de la forma más infame posible.

Aquí tienes nueve ejemplos cuyas descripciones te provocarán más de un escalofrío.

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La rueda despedazadora

Una de las invenciones mecánicas más cruciales de la historia, vital para el transporte y la industria, se convirtió en la época medieval en una pesadilla para muchos condenados a muerte.

Se utilizó durante siglos en el norte de Europa y requería el paso previo de golpear las articulaciones del condenado con una barra metálica. El objetivo era que se pudieran dislocar con facilidad al ser colocadas encima de una rueda de carro.

En la rueda se colocaban los cuerpos de forma que los tobillos tocaran la cabeza y los brazos recorrieran el perímetro de la circunferencia, quedando el cuerpo elevado y con una respiración agonizante provocada por la rotura de costillas.

En el cuadro de Brueghel 'el Viejo' (a la derecha) vemos como un cuervo espera su próximo banquete.

La cama estiracuerpos y otras crueldades medievales

Desconyuntar el cuerpo hasta que se rompiera era una de las múltiples y crueles torturas medievales, casi todas amparadas por la Santa Inquisición. La descripción es tan gráfica que no es necesario ilustrarlo.

El “ingenio” de provocar el sufrimiento ajeno se afinó sobremanera en esta época. En ella proliferaron instrumentos como el célebre garrote vil, sillas punzantes para interrogatorios, jaulas colgantes para morir lentamente ante el escarnio público, instrumentos para aplastar pulgares o cráneos...

El toro de Falaris

No conocemos la mente perversa de los inventos anteriores, pero sí a la de esta esfinge de toro de bronce, diseñada para introducir reos y quemarlos vivos.

Se atribuye a un tirano de Sicilia, que lo encargó a un escultor griego. Se colocaba encima de una hoguera, con el cuerpo del condenado dentro. Los alaridos se escuchaban por un orificio en la boca de la escultura.

La pera metálica

Una pera metálica destinada a castigar por vía oral, vaginal o rectal a los falsos predicadores, mujeres adúlteras u homosexuales pasivos, respectivamente. Se introducía en el orificio correspondiente y, una vez dentro, se giraba la manivela que hacía que se abriera y desgarrara desde el interior

Un dolor y una muerte espantosa que recuerda a los empalamientos públicos del terrible caudillo rumano Vlad, inspirador de la novela 'Drácula' de Bram Stoker.

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La doncella de hierro

Si introducir a alguien vivo dentro de un sarcófago es una crueldad, hacerlo en uno con un interior lleno de picos punzantes situados en puntos estratégicos es elevar el dolor a la máxima potencia.

Con esto terminamos el repaso a los instrumentos para infligir dolor y muerte medieval. Si todavía os queda cuerpo, podéis visitar cualquier museo dedicado a la tortura o la Inquisición. Pero, si no tenéis suficiente, después de la Edad Media hubo aún más dolor.

Guillotina

Símbolo de protesta y revolución, esta máquina para decapitar fue popularizada durante la Revolución Francesa gracias al doctor Guillot. El ahorcamiento o el uso de hachas o espadas provocaba “sufrimientos innecesarios” al ejecutado, por lo que este instrumento era más rápido para el reo y para su verdugo.

Separar la cabeza del cuerpo ha sido una forma de morir “clásica”, incluso antes de que Salomé pidiera en bandeja la cabeza de Juan Bautista. Aunque en siglos anteriores se usaron aparatos similares la guillotina siempre estará asociada a Francia. El último ejecutado de esta manera en el país vecino fue Hamida Djandoubi, condenado por asesinar a su exnovia. en 1977.

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Cámara de gas

El genocidio del pueblo judío fue tan masivo por el uso de cámaras selladas, generalmente subterráneas, en las que se introducía un gas venenoso para provocar la asfixia del máximo número de personas posible en menos de media hora. Una de las páginas más negras de la historia de la humanidad.

Inyecciones letales

En una veintena de estados de Estados Unidos se utiliza este método para ejecutar a los condenados a la pena capital. Una solución intravenosa de tiopental sódico, bromuro de pancuronio y cloruro de potasio que, técnicamente, tendría que provocar una muerte indolora en unos diez minutos.

Pero muchos se cuestionan este método y ha habido muchos casos en los que la agonía se ha prolongado durante horas y han sido necesarios casi una veintena de pinchazos.

Picana eléctrica

La picana es un aparato para soltar descargas eléctricas fuertes en el cuerpo. Se utilizaron contra los retenidos en los interrogatorios que se produjeron en muchas dictaduras sudamericanas.

Los picanadores fueron por ejemplo una figura represiva que sembró el terror en los gobiernos militares argentinos. En el informe 'Nunca más' sobre los desaparecidos en la década de los setenta se recogen testimonios así de duros: “Perseguían con encarnizamiento los esfínteres, siendo verdaderamente horrendo los electrodos en los dientes, que parece que un trueno le hace volar la cabeza en pedazos”.

Una descripción terrible para finalizar este museo virtual de los horrores.

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