La vida de Teo cambió de la noche a la mañana. Pasó de ayudar a refugiados de la guerrilla en Colombia, a ser él el refugiado. “Estaba celebrando el 80 aniversario de mi madre cuando aparecieron los paramilitares, y me tocó huir y esconderme”.
Gracias a la ayuda de CEAR, Teo recibió asilo en España y se mudó aquí: al centro que la asociación tiene en Getafe. Aquí viven 133 refugiados. Les dan cama, comida, les enseñan español y, sobre todo, les intentan quitar el miedo que les hizo huir.
Estrella Galán Pérez, secretaria general de CEAR, matiza que un refugiado no se encuentra en la misma situación que un inmigrante, ya que “un refugiado es una persona que sale de su país huyendo de conflictos de violación de derechos humanos fundamentales”.
Entre los motivos que les llevan a abandonar su país hay cuestiones religiosas, raciales, políticas o de orientación sexual, como es el caso de Alexandra. Ella es transexual y dejó Honduras después de sufrir todo tipo de ataques que, incluso, la llevó a denunciar al propio estado. Alexandra asegura que debido a su condición sexual, llegaron a violarla, le pegaron e incluso llegaron a apuñalarle.
Gracias a la ayuda de la asociación, a la que considera casi como una familia, Alexandra dice que por fin puede ser lo que siempre quiso y sintió ser.
Una familia que, sin embargo, pasa por sus horas más bajas. La secretaria general de la ONG reconoce que la situación de la organización es “muy complicada”, que se han visto sometidos a “fuertes recortes en el presupuesto de más del 50%” y que han tenido que prescindir de personal, a lo que hay que sumar la deuda que diferentes administraciones tienen con CEAR.
Les deben más de un millón y medio de euros en subvenciones. Entre los que no pagan está el Ayuntamiento de Madrid, la Generalitat Valenciana, el Ayuntamiento de Mérida o el Cabildo Canario. Y si ese dinero no llega pronto, este centro de Getafe y la ONG CEAR desaparecerán.
“Si no se produce un cambio en cuanto a el apoyo institucional a esta asociación no creo que podamos sobrevivir más de este año”, predice la secretaria.
Ahmed es refugiado, hijo de refugiados y nieto de refugiados. Él sabe lo que es sentirse en peligro, porque hay partes del mundo en las que matan a palestinos simplemente por el hecho de serlo. “Antes de estar en España estuve en Siria, y allí actualmente matan a los palestinos”.
Piden a gritos que las ayudas lleguen. No quieren que las miles y miles de personas que han recuperado su libertad vuelvan a perderla por una cuestión tan superficial como lo es el dinero.