Se dijo que la pérdida del Códice fue el robo del siglo y lo cometió un electricista que trabajó durante 25 años en la Catedral de Santiago. Manuel Fernández Castiñeiras se enfrenta el uno de diciembre al juicio por el robo del Códice Calixtino. Fiscalía le acusa de ser autor de un delito continuado de robo con fuerza, un delito contra la intimidad, otro delito de robo con fuerza y un delito de blanqueo de capitales. Por lo que solicita 15 años de prisión y pagar 300 mil euros. Su mujer y su hijo están acusados de un delito de blanqueo de capitales y se enfrentan a un año y medio y a una multa de otros 300 mil.
En cuanto a la responsabilidad civil, Castiñeiras tendría que indemnizar a la catedral de Santiago con más de dos millones de euros. Además, a la Iglesia no le basta con que pidan perdón.
Pero está también la acusación particular que ejerce la Iglesia y que solicita 31 años de prisión para el ladrón confeso, ya que le imputa el agravante de abuso de confianza por haber trabajado en la catedral durante muchos años y haber aprovechado esa relación para apropiarse de manera ilícita de las llaves que le permitieron robar no sólo el Códice sino dinero y objetos durante años en la Catedral.
Y es que sus primeras declaraciones certifican que tenía acceso a todos los rincones del templo, incluso conocía las claves secretas de las cajas fuertes. Era por entonces una persona de confianza y le fue fácil apropiarse de monedas, ornamentos, facsímiles, recaudación del cepillo, limosnas, etc. En diez años acumuló una pequeña fortuna y para blanquear ese dinero robado, en colaboración con su esposa y su hijo, adquirió diversas propiedades. Y aun así le sobró un millón de euros que fueron decomisados. Pero nadie se dio cuenta o no dijo nada hasta que desapareció el códice Calixtino.
Los escondites elegidos eran varios, pero preferentemente un garaje. Que fue también el elegido para el Códice escondido durante un año en una bolsa de basura y que compartió espacio con papeles, enchufes y bombillas.
Un expolio sencillo al que deberá responder en los Juzgados de Santiago. El juicio durará diez días y por él pasarán además de los tres imputados, 60 testigos. Pero para Castiñeiras no terminará todo aquí porque volverá a sentarse de nuevo en el banquillo de los acusados un mes después. En esa ocasión será por la sustracción continuada del correo a sus vecinos, cartas descubiertas tras registrar su domicilio con motivo de la búsqueda del Códice.
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