Manolo fue uno de los primeros taxistas en llegar al lugar del accidente. Él como tantos otros aquélla noche brindaron carreras sin coste alguno tanto a familiares de las víctimas como a las personas que se dirigían a los centros de transfusión a donar sangre.

Aún siendo víspera del 25 de julio y con una ocupación casi del 100%, las recepciones de los hoteles de Santiago de Compostela se pusieron en marcha para ofrecer más de 100 habitaciones.

En la noche del accidente fueron muchos los pequeños y grandes empresarios gallegos que se pusieron a disposición de los afectados.

La comida era una de las principales necesidades y entre todos los restauradores compostelanos supieron organizarse. Entregaron menús de rápida preparación a los familiares que aguardaban noticias de sus seres queridos.

Más difícil que preparar la comida en tiempo récord, fue servirla entre tanto dolor, pero cada uno paralizó su vida para intentar aliviar un poco la de cada uno de los afectados.