Javi Elías es uno de los valientes que se enfrenta a un cambio de vida radical. Se traslada a Solanell, un pueblo de Lleida abandonado desde 1972, allí montará una quesería y cuidará de sus vacas. Explica que "es empezar de cero, dejar tu vida en una ciudad y venir a la montaña, es diferente, los servicios los tendré a 18 kilómetros y ahora los tengo debajo de casa. Pero haré lo que me gusta, lo que quiero, aunque las dificultades van a ser todas".

Saúl Garreta también comienza una nueva aventura con su proyecto de vida. Es el arquitecto que ha resucitado este pueblo en el que las nubes se cuelan por las ventanas y reina el silencio. Con los ahorros de toda una vida ha comprado el 70% de las casas. No quiere un pueblo fantasma sueña con un Solanell nuevo y auténtico.

Saúl asegura que "te das cuenta que esto es mucho más que arreglar unas cuantas casas, intentar buscar otra manera de reiventar la vida en la montaña". Añade que "tenemos que buscar una mezcla, lo mejor de la tradición y lo mejor de la modernidad del mundo globalizado". Y esa mezcla pasa por generar una economía de proximidad, llenar el pueblo de nuevos habitantes, atraer el turismo, e incluso construir un albergue.

Solanell tuvo 250 habitantes en su época de máxima densidad demográfica. El objetivo es que vivan de forma fija hasta 100 personas. "Jordi vive a unos cuantos kilómetros de Solanell y ansía que el pueblo se llene". Jordi Rabasa explica que su ilusión es "que haya niños para jugar donde ahora solamente hay animales". Y que sean las nuevas generaciones quienes reescriban la historia de un nuevo Solanell.