Amparo tiene alzhéimer y venir a un centro es una de las pocas distracciones que tiene a lo largo del día pero, si las cosas no cambian, esta asociación sólo puede aguantar unos meses  más. “Las cuentas están claras. Tenemos unos gastos mensuales alrededor de 6.000 euros y subiendo y unos ingresos de 2.000, 2.500”.

De 70.000 euros en subvenciones hace tres años ahora reciben sólo 20.000. Los recortes dejan en la cuerda floja al centro y a sus pacientes y sin solución para familias como la de Andrea que con 80 años no puede hacer frente a una enfermedad que la consume personal y económicamente: “Mi marido tiene una pensión de 700 euros para comer, para gastos y para pagar a las mujeres que tienen que ir a bañarlo porque yo ya no puedo”.

Luchan por la supervivencia pero no son los únicos: “Cada vez lo tenemos peor. Incluso por los recortes hemos tenido que hacer ERE en algunas asociaciones en centros de días o residencias que estaban gestionando las asociaciones” explica Koldo Aulestia, de Asociaciones Familiares de Personas con Alzheimer. Todos coinciden, necesitan solidaridad pero sobre todo, ayuda.