El Tratado de la Unión Europea prevé en su artículo 50 la posibilidad de que un Estado miembro que no quiera seguir siéndolo pueda negociar su salida, sin embargo lo hace de manera que deja abiertas muchas incógnitas sobre cuál debe ser la modalidad y el calendario de salida.
Las partes cuentan con un plazo de hasta dos años (prorrogables si así lo considera el Consejo) para negociar los términos del divorcio, aunque llevarlo a la práctica y el desarrollo de la legislación que reemplace en Reino Unido las normas comunitarias puede llevar años, más de una década para los más pesimistas.
También deberán resolver, por ejemplo, cuál será el futuro de los funcionarios británicos con puestos en las instituciones europeas o el papel de los 73 eurodiputados que obtuvo el país para esta legislatura.
En cualquier caso, el tiempo empezará a correr a partir de que el primer ministro británico, David Cameron, notifique formalmente el resultado del referéndum y la decisión de su Gobierno de salir -o quedarse- en la UE.
Y tampoco está claro si ese momento se producirá tras la votación o esperará al Consejo europeo que reuniría a los líderes de la UE el 28 y 29 en Bruselas. Si gana la continuidad en la Unión Europea, los 28 iniciarán los trabajos para negociar la legislación secundaria para poner en marcha el acuerdo que negociaron el pasado febrero, y que permitirá a Londres discriminar a los inmigrantes europeos, negándoles determinadas ayudas sociales en sus primeros años de trabajo en Reino Unido.
Si por el contrario gana el 'Brexit', los jefes de Estado y de Gobierno deberán discutir en su cumbre el camino a seguir: entre los partidarios de evitar toda "zona gris" y facilitar cuanto antes la salida británica o quienes piden mano dura para evitar que refuerce a otros movimientos euroescépticos en otras partes de Europa.