La capital china ha decretado la primera alerta roja de su historia debido a la alta contaminación que sufre, pese a que la calidad del aire no es, actualmente, tan mala en términos históricos. La medida exige que al menos la mitad de los automóviles privados no puedan circular, extendiendo los servicios y horarios del transporte público. También, se han suspendido las obras y las fábricas contaminantes han reducido o parado su producción, entre otras acciones.