Oksana lleva la firma de la catástrofe nuclear en su cuerpo. Es una hija de Chernóbil. Nació tres años después del accidente, con malformaciones por todo el cuerpo.
Abandonada por sus padres, una patóloga de Nueva York vio su foto y movió cielo y tierra para convertirla en su hija. "Mi madre me salvó la vida, literalmente. En el orfanato, nunca hubiera salido adelante", relata la joven.
Sus piernas deformes tuvieron que ser amputadas. "Mis tobillos estaban fusionados, así que tenía que andar de puntillas. Tenía seis dedos unidos por una membrana".
Pero, lejos de hundirse tras tantas operaciones, Oksana se volcó en el deporte. Fue medalla de plata en esquí de fondo en los Juegos de Sochi. Y tiene otra medalla en remo en Londres 2012. Ahora, se prepara para hacerse con otra de ciclismo. Río es su objetivo.
Chernóbil la marcó para siempre e hizo de su infancia un infierno, pero el cielo de los deportistas paralímpicos lo ha pisado ella.