Jorge, voluntario de la maratón, se encontraba a 500 metros de donde estalló la primera bomba, y tan solo media hora antes se hizo una foto con su mujer, que participaba en la carrera, al cruzar la meta.
En el momento de la explosión lo único que necesitaba, declara, era asegurarse de que su mujer estaba bien, luego comenzó a ayudar a los demás.
En medio de la pesadilla, Jorge comenzó a practicar torniquetes a los heridos que de otra forma habrían muerto.
Ahora este cardiólogo metodista y su esposa regresan a su vida, aunque no descartan volver el próximo año a la maratón de Boston después de todo.