Frente a la solemnidad de los Juegos Olímpicos, la ciudad de Río de Janeiro ha acogido otras Olimpiadas más humildes en las que han podido participar los niños con menos recursos de la ciudad. ¿El responsable? Jarbas Carlin, un mecánico que ha encendido la antorcha olímpica en las favelas brasileñas.
Humildes, pero completos e ingeniosos. Los Juegos Olímpicos organizados por Carlin, de 46 años, han contado hasta con una ceremonia de inauguración en su garaje, en la que se ha incluido el típico encendido de la antorcha. Tampoco han faltado diversas competiciones en las que se han premiado a los niños con una versión de plástico de las famosas medallas de oro, plata y bronce.
"Organicé todo, y al hacer la antorcha quería compartirla con alguien, y decidí decírselo a los niños del barrio, porque actualmente no pueden estar en los Juegos de verdad, pero sí pueden estar en los siguientes", ha declarado Jarbas Carlin.
Tal y como ocurrió hace dos años con el Mundial, Brasil ha sido objeto de polémica al invertir en este tipo de competiciones deportivas, a pesar de la corrupción, la pobreza y la inestabilidad política que se vive en el país.
Algunas favelas, como la de la Villa Autódromo, se han visto consumidas para la construcción de instalaciones olímpicas. Según ha reconocido el propio Ayuntamiento de Río, un total de 20.000 personas han sido desalojadas de sus casas desde que se iniciaron las obras.
Por este motivo, debido a la exclusión que sufren los residentes de estos barrios en Río de Janeiro, la iniciativa de Jarbas Carlin ha conseguido que estos niños se sienta valorados y próximos a una élite deportiva de la que podrían formar parte en el futuro.