Las víctimas llevan el rastro de lo ocurrido en sus propios cuerpos. Están evacuando de forma urgente a las víctimas, se dan instrucciones de dónde están las heridas. Todos acaban de salir de la zona del ataque, justo después de producirse.

Un horrible escenario de víctimas por el suelo o pasando en busca de ayuda. A las dos de la mañana, Omar Mateen entraba en esta discoteca gay que celebraba una fiesta latina. Primero atacó al vigilante, luego, abrió fuego contra todos.

"Estábamos bailando y nos quedamos todos quietos para averiguar qué era eso, ya después de tres rondas, todos salimos corriendo", dice un testigo. Al principio, todos pensaban que el ruido era parte del espectáculo. Después, vino la angustia por tratar de salir con vida.

"Cuando oyes a la gente empezar a gritar y el sonido no para, ves a gente cayéndose y te das cuenta de que no es el espectáculo". Una mujer chateó con su hijo, que estaba herido y escondido en un baño. Le pidió que avisara a la policía y se despidió de ella. No ha vuelto a saber de él. "Ya viene, voy a morir", se leía en sus últimos mensajes.

Hasta las cinco de la mañana no terminó el infierno, cuando entró la policía y acabó con él. De las 50 personas muertas, sólo se ha identificado a menos de la mitad. Casi todos, con nombres hispanos. Hay decenas de familias desesperadas porque no saben qué ha ocurrido con sus seres queridos.