El muro israelí de Cisjordania es una aberración abierta en el mapa, una cicatriz supurante que infecta a los palestinos y avergüenza a la gente de bien. Fue levantado hace ya más de diez años, en junio del 2002, por iniciativa de Ariel Sharon cuando lo de la Intifada de las Mezquitas; piedras contra armas de fuego y Goliat pateando a David por todas las esquinas.

Desde entonces, y mucho antes, la historia ha entrado en bucle y la sangre salpica a dos pueblos hermanos convirtiendo en un estercolero la Tierra de Dios, donde todo son heridas abiertas y promesas que nunca llegan a cumplirse. El conflicto ha inspirado algunas novelas y un sinfín de lecturas. La que hoy traemos aquí es de las mejores. Se titula El atentado (Alianza) y viene firmada por Yasmina Khadra, seudónimo femenino de Mohamed Moulessehoul, antiguo comandante del ejército argelino.

En esta novela se nos cuenta el sufrimiento de un médico israelí, de origen palestino, que es tratado como un fuera de lugar a ambos lados del muro. La pesadilla empieza cuando, tras un atentado con explosivos, el cuerpo de su mujer aparece entre los cadáveres. Y se hace más intensa aún cuando se descubre que ha sido ella, su propia esposa, la causante del atentado; una terrorista armada con un cinturón de explosivos. En el descenso a los infiernos, el médico busca las razones que han llevado a su esposa a cometer un acto tan terrible. Se trata de una novela intensa donde el alma de un hombre atormentado se pregunta a cada rato el porqué de su presente.

Se había hecho médico para salvar vidas, no para acabar con ellas, por eso no entiende cómo hay personas que se quiten la vida unas a otras, y por eso mismo no termina de creerse que su mujer haya sido la causante de una masacre. Pero, poco a poco, sus dudas se irán convirtiendo en certezas cuando vuelve su vista al pasado y recupera señales que no supo interpretar, que no atendió y dejó pasar de largo.

Entre unas cosas y otras surgen diálogos que denuncian el conflicto, que señalan el despropósito que llevó a Ariel Sharon a levantar el muro. Como ejemplo tenemos la conversación que mantiene el médico protagonista con un viejo palestino que afirma que Sharon ha interpretado la Torá al revés.

Porque el judío es errante, y no acepta muros que impidan su paso, de ahí que no sea casual que exista un muro que sea llamado Muro de las Lamentaciones, una pared donde se termina el camino. Según sigue contando el viejo palestino, Ariel Sharon no resguardó a Israel con la construcción de ese otro muro de la vergüenza, sino que ha encerrado a Israel en un gueto, menos aterrador que el palestino, pero igual de injusto. "Para un judío, la Tierra Prometida es aquella donde ninguna muralla impide que su mirada llegue más lejos que sus gritos".

Pero esto es un pensamiento que apenas tiene recorrido; lo que más abunda es lo contrario, es decir, las voces de odio, los límites, las fronteras, la mala interpretación de los libros religiosos, el idealismo absurdo que cargan las armas de fuego y todo aquello que conduce al camino de la muerte.