La cumbre de la OTAN celebrada en Madrid ha ido dejando imágenes que quedarán para los restos en nuestra castigada memoria. Tal vez, las más sangrantes hayan sido las imágenes donde los señores de la guerra aparecen posando ante distintas obras de arte. De esta manera, el Museo del Prado se vio invadido por los mandatarios extranjeros como si se tratase de una tropa de turistas en visita obligada. Para muchos de ellos fue la primera vez.

La falta de respeto traspasó el Prado y alcanzó el Guernica, el cuadro de Picasso que denuncia la violencia indiscriminada contra la población civil. No contento, Sánchez también llevó a sus invitados a fotografiarse ante una réplica de El abrazo, el cuadro de Juan Genovés que ha adornado una de las salas del Ifema. Y esto bien merece un toque de atención, pues dicho cuadro simboliza muchas de las cosas de las que la OTAN carece.

Se trata de una obra icónica que también ha servido como modelo para el monumento levantado en la Plaza de Antón Martín de Madrid en homenaje a los abogados laboralistas asesinados en Atocha en 1977, matanza en la que estuvo implicado Carlo Cicuttini aunque nunca fue juzgado por ello. Para quien no lo sepa, Carlo Cicuttini era lugarteniente de Stefano Delle Chiaie, figura de la extrema derecha internacional que formó parte de la red Gladio, ejército secreto de la OTAN cuyas operaciones clandestinas de guerra sucia y de falsa bandera tuvieron como objetivo acabar con elementos subversivos cercanos al comunismo.

Tras la Segunda Guerra Mundial, muchos nazis y fascistas fueron miembros de Gladio tal y como nos cuenta Eduardo Bravo en su trabajo titulado Villa Wanda (Autsider). Se trata de un catálogo de golpes de Estado, crímenes políticos, secuestros, operaciones terroristas, tráfico de armas, tráfico de drogas, extorsiones y, en fin, todo un despliegue de aberraciones de la peor calaña que Eduardo Bravo prepara a partir de la figura de Licio Gelli, habitante de Villa Wanda y gran maestre de la logia Propaganda Dos, un fulano para echarse a temblar.

Las Brigadas Rojas, el asesinato de Aldo Moro, el envenenamiento del Papa, el atentado de Bolonia, fueron sucesos todos con ciertos atributos en común. En este trabajo Eduardo Bravo da muchas claves acerca de los acontecimientos que tuvieron lugar en Italia a partir de mitad del siglo XX y que no ocurrieron precisamente por casualidad, siendo todos ellos efectos de la misma causa. Algo, por otra parte, nada original, pues en la citada red Gladio podemos encontrar elementos afines que nos llevan hasta el entorno de los poderosos por un camino lleno de sangre.

No creo que Pedro Sánchez haya leído el libro de Eduardo Bravo, entre otras cosas porque Pedro Sánchez no tiene pinta de ser un hombre de libros. En todo caso, de haberlo leído y de haber conocido tan sólo un poquito nuestra realidad histórica, Pedro Sánchez no hubiese utilizado el cuadro de Juan Genovés para adornar una de las salas del pabellón de la OTAN. Lo del cuadro de Genovés ha resultado inapropiado y de un gusto macabro. Pero estamos viviendo unos tiempos tan paradójicos que ya tragamos con todo, incluso que un sobón como Biden sea visto como un abuelete simpático que pega pellizcos en el trasero a tu novia cuando se la presentas. A esto hemos llegado.