"Vivir la maternidad, no sobrevivir la maternidad", decía mi amiga Isabel Lobo, con su lucidez maravillosa, este domingo pasado en su homenaje radiofónico a las madres para apoyar la campaña de "las madres no queremos flores, queremos leyes", mientras en la Plaza de Callao de Madrid una conocida marca de cosmética plantaba un ramo gigante de flores, perpetuando la celebración tradicional del día de la madre.

Menos mal que llegó Miley Cyrus a recordarnos a las mujeres que las flores nos las podemos comprar nosotras y así es. Y las madres también. Pero lo que no podemos comprar son los apoyos que nos faltan a las madres en el día a día para poder vivir, disfrutar y transitar la maternidad sin soledad y sin renuncia.

El 85% de las mujeres se ha sentido sola desde que es madre por no contar con los apoyos para conciliar según nuestro último estudio "Sin madres no hay futuro", que hemos presentado esta semana.

Con un gazpacho de emociones acabé el domingo por la noche en la cama, desvelada, pensando todo lo que se espera de nosotras: las madres. Se espera que antepongamos la vida, los sueños, las necesidades de nuestros hijos e hijas a nuestra vida propia, a nuestros deseos, por supuesto, y a nuestros sentimientos. Y es que hemos avanzado poco o nada. Nos creemos madres modernas y soñamos con viajar solas y mandar la culpa lejos, pero a la hora de la verdad, el dilema de la maternidad siempre cae por el mismo lado de la cama, ¿solo por el amor profundo que sentimos hacia nuestras criaturas, que es infinito? ¿O también por el miedo a que nos llamen malas madres, egoístas, que pensamos en nosotras sin tener en cuenta que nuestros actos puedan desencadenar traumas irreparables en nuestros hijos e hijas?

¿Seremos capaces el día de mañana de soportar el dolor de no recibir flores el día de la madre, de que no nos dediquen una foto y unas bonitas palabras en la red social de turno, de que no griten a los cuatro vientos eso de "mamá, como tú ninguna"?

Hagamos lo que hagamos, desde el lugar que lo hagamos y con los recursos que tengamos, siempre será insuficiente para la mirada de los otros y hasta para nuestra propia mirada, agotada por la construcción social de lo que es "una buena madre". ¿Llegará la edad en la que mis hijas me echarán en cara haber viajado mucho por trabajo, haber querido tiempo para mí misma o momentos en pareja para desconectar de la responsabilidad de madre u olvidarme el disfraz el día que tocaba? Pero, ¿también me echarían en cara no cuidarme o dedicar tiempo a mí misma por no ser un buen modelo de mujer independiente y con autoestima? Y si no son ellas, quizás yo me lo cuestionaré, aunque cada día trabaje por querer a la madre que soy y hacerlo cada día lo mejor que puedo, lo mejor que me sale de mis entrañas.

Cuando todavía me encuentro en los años de crianza, con una pequeña de cuatro años, ya estoy transitando la "aceptación" de la madre que soy y perdonándome por lo que me faltó para ser la suficientemente buena madre que los demás esperan de mí.

El domingo por el día de la madre leía muchos relatos de personas, con todo su derecho, que no querían celebrar el día porque sus madres no lo merecían y yo no lo pongo en duda. Relatos de dolor, que me hacían llorar y estremecerme. Pero en esos relatos no podía evitar echar de menos la voz de ellas, su sentir, sin exculparlas, faltaría más, quién soy yo, pero queriendo saber cómo fue, qué pasó, cómo se sintieron.

A las madres no se nos permite fallar, no se nos permite arrepentimiento alguno, abandono o vida propia.

Ojalá un día de la madre en el que podamos celebrar que la maternidad se protege, que la maternidad no lleva implícita la renuncia laboral, social y económica. Y ojalá que todos los que el primer domingo de mayo se acuerdan de la madre que los parió se acuerden cada día, creando una sociedad donde ser madre no penalice y podamos vivir, no sobrevivir. Entonces y solo entonces ya no tendremos que celebrar y reivindicar este día de la madre… o sí porque entonces será una fiesta y no una revolución.

Un último dato: el 87% de las madres ha renunciado a algún aspecto de su trayectoria laboral por falta de conciliación, de apoyos suficientes y de redes formales del cuidado y esto tenemos que frenarlo ya. ¿Cuándo permitimos que ser madre nos penalizara en

vez de darnos valor?

Cambiemos esta realidad y dejemos ser a las madres.