Esta sociedad es compasiva con los que sufren, fracasan o se quejan. Pero es crítica con los que disfrutan, tienen éxito y ven siempre el lado positivo de las cosas, hasta de los problemas. Y ojo que todos sufrimos, fracasamos y nos quejamos. Pero cuando das el paso a sufrir menos, fracasar menos y quejarte menos, por el simple hecho de mirar la vida con otros ojos, de respirar cuando sientes que te vas a ahogar, de tomar distancia cuando ves venir la crisis y sobre todo de cuidarte para no explotar, consigues un estado emocional que ayuda y mucho. Pero que la gente mira con recelo, como si no fuera posible. En vez de mirarlo con envidia, demos el paso a unirnos.

Intento de corazón, con esfuerzo, practicar cada día la empatía, pensando en cómo se sienten las demás personas. Intento decir las cosas bonitas que siento a las mujeres que tengo alrededor, si las veo guapas, si me parece brutal lo que han conseguido y alegrarme de verdad de los éxitos de ellas. Porque creo en esa ley de la abundancia y en que si solo te fijas en lo malo no sales de ahí, es más atraes lo malo en un bucle infernal. Sí, me estoy volviendo un poco mística, pero me gusta, me siento más en paz y siento que fluye la energía. Será tener el mar cerca, qué sé yo, pero oye, por más que le doy al karma y a los pensamientos positivos siempre se cuela alguien tóxico por el camino. Esa persona que siempre está mal, que le cuentas algo bueno y al final te hace sentir mal porque ella siempre está peor. O esa persona que cuando le pides consejo acaba pidiéndotelo ella a ti y pasando de tu historia olímpicamente.

Pero lo que más me sorprende son esas personas que te siguen en redes sociales y que cuando te ven feliz, compartiendo buenas noticias, te sueltan perlas como: "menudo chiringuito tú sola te has montado, ¿no?". Y yo es que este mensaje no sé cómo tomármelo, ¿quizás me está diciendo algo bueno y yo lo estoy leyendo con tono hater? Me hace dudar, mi hermana me diría que me paso de "buenismo", pero me niego a pensar que alguien sobre la faz de la tierra no sabe lo duro que es emprender, lo difícil que es gestionar equipo, sacar un proyecto adelante en plena crisis, vivir con la incertidumbre de cómo irá el mes que viene, darle la vuelta a los imprevistos, reinventarte sin parar, estar en constante movimiento, evolucionar, soñar con tirar la toalla demasiadas veces, mandar a la porra tu postparto porque no era el momento y sacar de lo malo una oportunidad vital para mejorar. Me niego a pensar que la gente no sabe que para conseguir subir cada peldaño de un emprendimiento hacen falta muchas horas de trabajo, un equipo implicado, quitarle tiempo a Morfeo, creer muy fuerte en lo que haces y la ecuación esfuerzo y pasión multiplicada por mil.

Apoyemos a las emprendedoras, más cuando son madres, porque no es nada fácil, porque estamos generando valor, trabajo y futuro. Valoremos el camino de los proyectos que empiezan de cero y van construyendo montañitas, piedra a piedra. Y aplaudamos el éxito de las demás, alegrémonos, sin envidia y con admiración.

¿De verdad tan difícil es? Practiquemos la sororidad de verdad, que luego se nos llena la boca diciendo que "juntas somos más fuertes", pero demostrémoslo en el día a día. Y si tenemos dudas y pensamos que todo es cuestión de suerte, si pensamos que es tan fácil emprendamos, que hay hueco para todas. Pero un consejo: si lo haces prepárate para brillar y dejar brillar. ¡Ah! Y prepárate para dar todo lo que hay que dar antes de recibir, porque es mucho, quizás demasiado para dar el paso.

Vivan las emprendedoras que se dejan la piel, que creen fuerte en lo que hacen, que construyen valor y que se alegran de sus compañeras. Y vivan las mujeres que apoyan a las emprendedoras, haciendo posible que los sueños continúen y lleguen lejos.

De aquí a la luna y vuelta, montando chiringuitos around the world.