Hace un par de semanas conocí a Yaqui, una mariscadora y patrona de barco de Camariñas. Me recogió en su coche de trabajo en punta da Insua, y desde allí rodeamos la enseada da Basa y la ría do Porto que conforman la famosa ría de Camariñas hasta llegar a la playa de Ariño, donde Yaqui va a mariscar. Más del 90% de las mariscadoras de España son mujeres, y el 98% de las mariscadoras a pie trabajan en Galicia. En ese corto trayecto en coche, Yaqui me explicó que antiguamente el marisqueo se consideraba un trabajo subsidiario del realizado por el hombre, que servía para sacar adelante la economía familiar solo cuando los hombres embarcaban o en los periodos en los que no se podía pescar. En los años 80 eso empezó a cambiar, el marisqueo comenzó a profesionalizarse de verdad: "Gracias al marisqueo pude ser madre".

En 1995 las mariscadoras de toda Galicia, de diferentes puertos y cofradías, se unieron en Vilagarcía en el I Encuentro de Mujeres Mariscadoras para abordar los problemas que compartían: carencias de la regulación, furtivismo, falta de formación, dificultad para pagar la cuota de autónomas, ausencia de derecho a jubilación, falta de reconocimiento de enfermedades profesionales, etc. A partir de ahí se sucedieron varios encuentros que culminaron en programas formativos y en la creación de agrupaciones de mariscadoras que se integraron en las Cofradías de Pescadores y formaron en 2002 la Asociación de Profesionales de Marisqueo a Pie de Galicia (AREAL), la primera asociación de agrupaciones que aglutinaba al colectivo gallego. "Yo quería tener muchos hijos, y el único trabajo que me gustaba y además me permitía conciliar era convertirme en mariscadora profesional, así que me saqué el permiso". Yaqui trabaja como mariscadora cuatro horas al día, igual que el resto de las compañeras. La cantidad de días al mes que trabaja dependen de la época del año. "Cuando empecé el tratamiento de fertilidad tenía que ir a Coruña, y esos días a veces llegaba tarde a la jornada de trabajo. En esas ocasiones las compañeras recogían el marisco que me correspondía para que todas ganásemos lo mismo. Cuando las hormonas me tenían muy revolucionada, las compañeras me dejaban mariscar solo en seco. Yo recogía lo mío y lo de otra, y la compañera que estaba en mojado hacía lo mismo por mí".

El marisqueo a pie tiene dos modalidades, en seco y en mojado. El marisqueo en seco se hace a pie de playa con un angazo, que es un aparejo en forma de rastrillo que se utiliza para remover la arena y dejar al descubierto los bivalvos. A veces también se emplea la sacha o la azada, que tiene forma de pala y sirve para levantar el sustrato en bajamar; o el fouciño, que es una hoz que sirve para coger las almejas una a una introduciendo la punta por el agujero que deja el molusco en la arena y luego darle un pequeño giro al arte, tirando para arriba. De esta manera se desplaza la arena y se deja al descubierto la almeja.

El marisqueo dentro del agua se llama también marisqueo en mojado y se realiza sumergido hasta el pecho, en la zona submareal. Es un trabajo más pesado y requiere de más fuerza que el marisqueo en seco. En el camino que bordea la playa de Ariño hay una foto de las mariscadoras en plena faena. "Recuerdo muy bien cuando hicieron esta foto. ¿Ves a esta compañera que está mariscando en seco? En ese momento se estaba recuperando de un cáncer de mama, así que solo la dejábamos mariscar en seco". En el mar todas son compañeras. Yaqui dice que una enemiga en tierra, en mar es compañera. Porque el mar tiene un código de honor propio. Si no lo cumples, podrías pagarlo con la vida. "El mar te lo da todo, pero en un segundo te lo quita".

Un momento de la conversación con Yaqui

Ahora es época de almeja fina (Ruditapes decussatus), pero en Camariñas se recoge almeja babosa (Venerupis pullastra), japónica (Ruditapes philippinarum), longueirón (Solen marginatus) y navaja (Ensis arcuatus). Yaqui me habla todo el tiempo de "la bióloga", que en Camariñas es la persona que con autoridad y criterio científico decide qué, cuánto, cuándo, dónde y cómo se marisca en Camariñas. También es la que evalúa el estado de salud de los moluscos y de la ría, y dirige los controles de toxicidad periódicos para garantizar que el alimento no contiene toxinas y que es apto para el consumo.

El marisqueo se ha ido profesionalizando, también se ha ido regulando cada vez más. Mantiene las costumbres tradicionales, las enseñanzas que se transmitieron entre generaciones de madres a hijas, y ha ido incorporando nuevos conocimientos científicos. Las referencias más lejanas a la actividad del marisqueo en España se remontan al Paleolítico. Los yacimientos encontrados de aparejos empleados para este trabajo dan indicios de ello. A partir de los restos arqueológicos hallados, se cree que la cultura Castreña –que se extiende entre los siglos VIII-VII a.C. hasta el siglo I d.C.— practicaba de manera intensiva el marisqueo, fundamentalmente orientado a la alimentación, aunque también posiblemente al comercio. En la Edad Media siguió siendo una actividad importante, destacando el mercado de la ostra, muy demandada por los altos estamentos sociales. De hecho, la pujanza comercial de este producto daría lugar a la existencia, desde el siglo XII del "ostreiro", oficio especializado en el cultivo y comercialización de ostras. En el siglo XIX, las fábricas de conservas catalanas empezaron a mostrar interés por moluscos como las vieiras, los berberechos o las almejas, diversificando su producción y estableciendo las bases de la industria conservera en Galicia.

Es en los años 50 y 60 del siglo XX es cuando tiene lugar el despegue del marisqueo, provocado fundamentalmente por la crisis de la agricultura tradicional y por el desarrollo económico e industrial de la época. La industria conservera supuso la revalorización del producto, lo que provocó la generalización del marisqueo, lo que a su vez desembocó en la paulatina sobreexplotación de las playas, dejando de ser una actividad exclusiva de mariscadoras que heredaban el oficio de sus madres. Personas ajenas a la profesión comenzaron a mariscar por su cuenta, gestando un fenómeno que desde entonces se considera uno de los males endémicos del marisqueo: el furtivismo.

Las mariscadoras se percataron de que los recursos no eran ilimitados, y por ello en 1961 se promulgó la Ley de Explotación Marisquera de Galicia, que depositó en las cofradías el derecho a titular concesiones administrativas de explotación marisquera. En los años 80 las competencias del Estado en materia pesquera se transfirieron a las comunidades autónomas, que comenzaron a ordenar y regular el marisqueo, y en los años 90 las mariscadoras se asociaron y recibieron la formación que demandaban, lo que propició uno de los avances más notorios en salud animal y medioambiental: la incorporación de un modelo productivo basado en el cultivo.

"¿Tienes huerta en casa? Porque el marisqueo funciona igual. Hay que cultivar especies diferentes según el lugar y la época del año". Yaqui me explicó que cuando llegan las lluvias no se puede mariscar en algunas partes de la ría do Porto, porque si el molusco pequeño queda al descubierto y llueve, el agua dulce mata todo el cultivo. "Si no se marisca a tiempo, o si alguno marisca donde no debe, la zona puede tardar hasta cuatro años en recuperarse. La naturaleza sabe lo que hay que hacer, pero tiene sus tiempos". En la ensenada, donde las aguas están más calmadas, se recogen las almejas pequeñas que luego se cultivan en Ariño. "Es como recoger semillas en un sitio y plantarlas en otro para que crezcan". Cada mariscadora tiene un tope de marisco diario, de tal manera que se garantiza el equilibrio del ecosistema. "Sin el marisqueo algunas especies no sobrevivirían. Ellas nos dan de comer a nosotras, y nosotras a ellas. Es una relación de simbiosis".

Después del paseo por Ariño, Yaqui me llevó al puerto de Camariñas donde está atracado su barco, el Vilán Uno. Ser la patrona de un barco era el sueño de su vida. "Fue lo que mamé de niña". Me enseñó a leer el folio del barco, a identificar cuáles van a redes, cuáles van a anzuelo, y cuáles van con las nasas para pulpo o para camarón. Aprendí cómo hay que recoger un rosario de nasas para que no te tire al mar. "Mi padre quería tener hijos varones para que heredasen su barco y aprendiesen el oficio de marinero". Yaqui tiene un hermano mayor que iba a ser el patrón del barco de su padre, pero un accidente en el mar le hizo cambiar de opinión. "Recibimos una llamada en la que nos dijeron que mi hermano se había caído del barco. Todas las familias de aquí vivimos a diario con ese nudo en la garganta. Al final no era mi hermano, sino el hijo de otro patrón que aquel día había ido a pescar con ellos. En un despiste las nasas le arrastraron al mar y no logró subir de nuevo al barco. Mi hermano nunca lo superó, así que mi padre decidió vender el barco. Fue el día más triste de mi vida". A pesar de aquello, Yaqui quería continuar la tradición pesquera familiar, y no paró hasta conseguir hacerse con un barco. "Fíjate, mi barco es el único que tiene una escalera fija en popa. Si el barco de mi padre hubiera tenido una, aquel rapaz estaría vivo". Yaqui rompió a llorar antes de terminar la frase.

"Mi padre quería que fuese a estudiar ingeniería de telecomunicaciones a Madrid, igual que mi hermano, pero yo en Madrid me ahogaba. Yo necesito oler el mar todos los días. Voy a la playa a mariscar, miro este paisaje, y siento que todo está bien". Mientras en las grandes ciudades se habla en términos de sostenibilidad, en lugares como Camariñas se practica desde el corazón de la tradición. Gracias al trabajo de mariscadoras como Yaqui la tradición sobrevive y se refresca, se cuida la biodiversidad, se cuida a la familia y se proclama la patria marinera. Feliz Día Mundial del Medio Ambiente.