Los conservantes son sustancias que inhiben la proliferación de microbios. Sirven para mantener la integridad de la fórmula y, sobre todo, para que el producto sea seguro para el consumidor.

La mayoría de los cosméticos contienen agua, compuestos orgánicos y nutrientes que los microbios usan como sustrato para alimentarse, crecer y reproducirse. La humedad, la temperatura, la exposición a la luz, el pH y la manipulación por parte del usuario terminan de diseñar un caldo de cultivo perfecto para bacterias, hongos y levaduras. El principal foco de contaminación es el propio consumidor, ya que la piel está atiborrada de microbios imprescindibles para mantener la salud de la barrera cutánea. Sin embargo, cuando estos microbios acaban en un producto cosmético pueden crecer de forma descontrolada si no hay ningún conservante que lo impida.

La lista de conservantes permitidos en cosmética está recogida en el anexo V del reglamento europeo (CE) No 1223/2009. Ahí figura en qué tipo de cosmético se pueden usar (no es lo mismo un champú que un contorno de ojos) y en qué cantidad. El conservante tiene que garantizar que inhibe la proliferación microbiana sin que ello dañe el microbioma de la piel y sin suponer un riesgo toxicológico para el usuario. Así que el conservante debe ser eficaz y a la vez debe ser seguro. No hay ningún cosmético que llegue al mercado sin antes certificar ante las autoridades sanitarias que su uso es completamente seguro. Esto está minuciosamente controlado por agentes como la AEMPS (Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios) y es constantemente revisado por comités externos de expertos científicos, sin conflicto de interés, como por ejemplo el SCCS (Comité Científico de Seguridad de los Consumidores).

Los riesgos de cualquier ingrediente cosmético, entre ellos los conservantes, están identificados, cuantificados y caracterizados. En química esto se conoce como perfil toxicológico. Medir es la única manera de garantizar que todas estas sustancias son seguras. Para ello se tienen en cuenta las interacciones con otras sustancias (popularmente conocido como "efecto cóctel") y también la posible acumulación por uso prolongado. Esto es importante porque hay mucha desinformación sobre esto y es fácil encontrar en las redes a quien dice que no se tiene en cuenta ni el efecto cóctel ni el efecto acumulativo de los ingredientes cosméticos, siendo esto absolutamente falso.

Cualquier producto cosmético debe superar varios tipos de ensayos para demostrar su eficacia y su seguridad. Con respecto a evaluar la eficacia del sistema conservante, el ensayo requerido se llama "challenge test". Es un ensayo que sirve para garantizar la estabilidad microbiológica del cosmético y se realiza de acuerdo con lanorma UNE-EN ISO 11930. Consiste en inocular la muestra con cinco cepas de diferentes microbios patógenos habituales (Pseudomonas aeruginosa, Staphylococcus aureus, Escherichia coli, Candida albicans y Aspergillus brasiliensis) y analizar su supervivencia trascurridos siete, catorce y veintiocho días.

No obstante, no todos los cosméticos tienen que someterse a un "challenge test", ni todos tienen que llevar conservantes para ser seguros. Por ejemplo, los cosméticos con pH inferior a 3 (ácidos) o superior a 10 (alcalinos), o con más de un 20% de alcohol, no necesitan conservantes porque la propia fórmula aniquila a cualquier microbio habitual. Ahí está la trampa del reclamo publicitario del "sin conservantes": si un producto no lleva conservantes es porque no los necesita. Es decir, ningún cosmético lleva conservantes porque sí, sino porque son imprescindibles para mantener su seguridad. Y si no los lleva es porque la fórmula ya contiene otros ingredientes que indirectamente cumplen la función conservante, como ácidos, antioxidantes o alcoholes.

Los conservantes se escogen en función de la fórmula del cosmético, dependiendo del pH y de la solubilidad (no es lo mismo una fórmula con base agua, base grasa o base siliconada). Los de uso más habitual son el fenoxietanol, mezclas como ácido benzoico y benzoato de sodio, o ácido sórbico y sorbato de sodio, las metilisotiazolinonas y los parabenos. Sobre algunos de ellos circula una cantidad ingente de información falsa. Necesitaría varios artículos para desmentir una a una las patrañas que se han dicho sobre estas sustancias, todas de uso de legal, avaladas por las autoridades sanitarias y respaldadas por el consenso científico. Sin embargo, los bulos sobre algunos conservantes han alcanzado tal envergadura que muchos laboratorios decidieron prescindir de alguno de ellos para adaptarse a la demanda desinformada de los consumidores.

Para saber, como usuarios, si un cosmético se conserva en buen estado hay que atender a tres puntos: (1) Cualquier cambio en la textura, olor o aspecto del cosmético es una señal de alarma. Si las cualidades originales no se mantienen, hay que deshacerse del producto. Esto puede ocurrir si el cosmético se somete a condiciones para las que no fue diseñado: exceso de calor o frío, contaminación cruzada, uso indebido... (2) Si la vida útil del cosmético es inferior a treinta meses, incluirá una fecha de caducidad. La fecha de caducidad figura en el etiquetado al lado de un pictograma en forma de reloj de arena. Más allá de esa fecha la seguridad del cosmético está comprometida, por eso es tan importante respetarla. (3) Si la vida útil del cosmético es superior a treinta meses, en la etiqueta figurará el PAO (periodo tras apertura) acompañado de un pictograma en forma de tarro abierto. El PAO indica la cantidad de meses que el producto es seguro contando desde su primer uso.

Acatar estos tres puntos parece sencillo, sin embargo, hay estudios (como este y este) que apuntan a que casi el 98% de los consumidores usan los cosméticos más allá del PAO y de la fecha de caducidad. El producto que más se utiliza más allá de la fecha recomendada es la máscara de pestañas. La mayoría de las máscaras de pestañas cuentan con un PAO de seis meses. Esto significa que después del primer uso no se debe utilizar después de los seis meses.

Según los datos deeste estudio, los cosméticos utilizados más allá de la fecha indicada presentaron un alto nivel de contaminación con microbios potencialmente patógenos. Aparecieron bacterias como Staphylococcus aureus en el 79 % de los cosméticos y Pseudomonas aeruginosa en el 13 %, ambas relacionadas con varias patologías cutáneas como los eccemas o los brotes de dermatitis atópica. En las máscaras de pestañas esto es una amenaza importante de infecciones que pueden desembocar en conjuntivitis, inflamación y, en algunos casos extremos, pérdida de visión.

También es muy peligroso manipular las máscaras de pestañas para prolongar su uso. Cuidado con esto, porque en algunos medios de comunicación circulan trucos como calentarlas, echarles agua, disolventes o vaselinas. Todos estos trucos son un disparate sanitario.

Otro de los focos habituales de contaminación y proliferación microbiana son las esponjas y las brochas de maquillaje. El 93 % de los usuarios afirmaron que no las habían lavado nunca. Y el 64% reconocieron que más de una vez se habían caído al suelo y las habían seguido utilizando. En estos casos se encontraron miles de unidades formadoras de colonias por cada mililitro de producto. Entre los microbios identificados se encontraron bacterias Staphylococcus aureus, Escherichia coli, Citrobacter freundii, enterobacterias y hongos, sobre todo en las esponjas de maquillaje. Un riesgo que se evita con facilidad si las brochas y las esponjas se lavan frecuentemente con agua caliente y jabón y se dejan secar por completo.

Por desconocimiento, muchas reacciones adversas y alergias se han atribuido erróneamente a los conservantes de los cosméticos; cuando en realidad suelen ser consecuencia de una manipulación indebida, un uso inadecuado, más allá de la fecha recomendada, y al uso poco higiénico de utensilios de limpieza y maquillaje. No obstante, los cosméticos cuentan con un servicio de cosmetovigilancia para detectar errores y anomalías en los productos que ya están en el mercado. Así que, si un cosmético provoca una reacción inesperada, hay que acudir al centro de salud o a la farmacia. Los profesionales sanitarios lo notificarán a las autoridades por medio del servicio de cosmetovigilancia, estos estudiarán el caso y emprenderán las acciones pertinentes.