Dentro de cinco años el mundo se habrá dado la vuelta. Los adultos lo sabemos bien. No me refiero a guerras, pandemias o cambio climático, sino a cosas corrientes; cosas como que Rafael necesitó una de las notas más altas para entrar en Arquitectura en 2004, pero cuando terminó el mundo era otro. Una de las carreras con más demanda se había quedado sin apenas salidas profesionales en un pestañeo. Aquella licenciatura que tenía una de las mayores notas de corte, hoy requiere un cinco raspado. Por eso, cuando aconsejamos a los jóvenes que estudien esto o lo otro porque tiene más salida, no les estamos contando la verdad, en realidad estamos manifestando un anhelo. No tenemos ni idea de qué estudios proporcionarán más trabajo, ni siquiera a cinco años vista.

Todos los años por estas fechas se publican las clasificaciones de las carreras con más demanda laboral. Será Informática, será Biomedicina, qué será, será. La ley que rige el mercado, la de la oferta y la demanda, se presenta como un tutor vital. A mí esto me quita el sueño en todas sus acepciones.

Hace unos días leía que la carrera con más paro de España es Filosofía. Solo uno de cada cinco alumnos que se matricularon en este grado ha podido trabajar de lo suyo. Para el estudio estadístico se analizó la trayectoria laboral de 31.000 estudiantes que fueron encuestados durante cinco años tras su graduación. Me pregunto qué es "trabajar de lo suyo" para alguien que estudió Filosofía. Me pregunto lo mismo con respecto a los que estudiamos Química. De mi promoción han salido visitadores médicos, comerciales farmacéuticos, profesores, escritores, técnicos de laboratorio, investigadores que trabajan en áreas tan diferentes como la astrobiología, la inteligencia artificial, la energía fotovoltaica, la cosmética o que trabajan en sectores como la alimentación, el arte o la moda. Unos cacharrean en el laboratorio y otros delante de una pantalla.

Para algunosel paso por la carrera universitaria ha sido crucial para el desempeño de su profesión, para otros no tanto. Esa diferencia es más notoria en centros universitarios que por tradición se llaman escuelas. Escuela de Arquitectura, Escuela de Diseño, Escuela de Caminos… denotan que lo que ahí se estudia es un oficio. De esos grados universitarios sales preparado para ejercer un trabajo que está bastante bien definido. Sin embargo, de la mayoría de las facultades uno no sale preparado para trabajar en nada, o más bien, sale preparado para aprender a trabajar de casi cualquier cosa.

Este tipo de carreras –da igual que sea Filosofía o Química– se rigen por un principio rector de la universidad, que es ser templo del conocimiento. Ahí el conocimiento se conserva, se crea y se difunde. Las universidades no son escuelas de oficios, por eso algunas se resisten a que el mercado entre en ellas. A la universidad –en su concepción original– uno va a adquirir un conocimiento profundo, no va a aprender un oficio. Escuelas y facultades universitarias son concepciones diferentes, lo que no implica una valoración moral, es decir, una cosa no es mejor que la otra.

El conocimiento que uno adquiere estudiando Química o Filosofía es de la misma naturaleza. Son conocimientos sin una voluntad práctica, por mucho que al final les encontremos utilidad. Yo estudié Química porque quería adquirir un conocimiento verdadero sobre algo que me resulta bueno y bello. Es la misma razón por la que estudio Filosofía o Arte. No hay una vocación mediada por el mercado, sino una voluntad de sentido.

Cuando se elige una carrera en función de sus salidas se está cayendo en dos falacias. Una es que todos los grados universitarios están dirigidos a aprender un oficio. La otra es que hay grados universitarios que ofrecen garantías de empleabilidad. Ni lo uno ni lo otro es cierto. Por eso el consejo "estudia esto porque tiene más salida" es un mal consejo. En un orden práctico, porque no es verdad. Y en un orden profundo, porque no tiene sentido.

Rafael no escogió Arquitectura porque entonces las clasificaciones le auguraban un prometedor futuro profesional. La escogió porque para él tenía sentido. Igual que hoy en día, pese a que Filosofía está en la parte baja de las clasificaciones en cuanto a empleabilidad, el número de matriculados ha aumentado casi un 10% en los últimos tres años. Así que en realidad lo de "estudia esto porque tiene más salida" revela un conflicto eterno, el de la voluntad de poder contra la voluntad de sentido. Dejemos que gane el sentido, porque eligiendo el sentido siempre se gana.