Soy química e investigadora en ciencia de materiales, por eso una de las consultas más frecuentes que recibo de mis lectores es sobre la seguridad de los envases que utilizan para los alimentos. También se preocupan por su impacto medioambiental.
Cada año se publican decenas de estudios científicos acerca de las sustancias que migran de un material a los alimentos. Esto quiere decir que la seguridad de los materiales se mide, cada vez más y mejor, porque disponemos de mejores técnicas de análisis. Hay un volumen de literatura científica extenso y creciente sobre ello. La rama de la ciencia que se encarga de esto se llama toxicología. Sin embargo, en lugar de generar mayor confianza en los consumidores, les causa preocupación. Hay varias razones.
Una razón es que la comunicación de estos estudios a la sociedad a menudo la realizan personas inexpertas en la materia. Otra es el desconocimiento científico general de la sociedad, que tiende asociar casi cualquier compuesto químico con un peligro. Otra razón es que solo las malas noticias son noticia. Lo que debería significar que en general las cosas funcionan bien, por eso no es noticia que un envase sea seguro, porque lo normal es que siempre sea así. Pero la realidad es que este artículo sería más jugoso si en lugar de hablar de seguridad, hablase de peligros. Para algunos, la alarma es más atractiva que el sosiego.
Hace unas semanas se publicó un nuevo estudio científico en el que se identificaron más de cuatrocientas sustancias en el agua almacenada en botellas reutilizables de plástico biodegradable. Además, el estudio concluía que, si las botellas no se enjuagan tras lavarlas en el lavavajillas, al rellenarlas con agua se detectaban más de 3.500 sustancias derivadas de los detergentes. Esta información fue compartida por algunos medios de comunicación con gran alarma, como si todas las botellas de plástico fuesen un peligro. Sin embargo, las conclusiones del estudio iban más encaminadas hacia la importancia de tener en cuenta el uso real que se le da a estos envases en los estudios de toxicología; sobre todo en las botellas de plástico biodegradable, que desprendieron más sustancias al agua que las de plástico convencional de polietileno.
Cómo se regulan los envases para alimentos
Los Materiales en Contacto con Alimentos (MCA, así es cómo se llaman en la industria alimentaria) deben ajustarse a la legislación y probar que son seguros. No se pueden fabricar con cualquier material, por eso en la Unión Europea hay un reglamento para cada familia de materiales: cerámicos, vítreos, celulósicos, plásticos, plásticos reciclados, poliméricos…
En los reglamentos figuran los métodos aprobados de fabricación, la lista de materias primas que está permitido emplear, los reactivos, pigmentos y aditivos que se pueden usar para fabricar el material y en qué cantidades máximas. Todo ello para garantizar que el material no contiene sustancias tóxicas que puedan migrar al alimento en su uso normal.
Cómo se mide la seguridad de un envase alimentario
Para certificar que un material se puede destinar a uso alimentario, el fabricante debe evaluar la migración. La migración es la transferencia de compuestos del material al alimento. Esta medida permite al fabricante asegurar que no hay ninguna sustancia que se transfiera al alimento que pueda ser perjudicial para el consumo.
Según la regulación vigente, los Materiales en Contacto con Alimentos, en condiciones previsibles de empleo, no deben transferir sus componentes a los alimentos en cantidades que puedan (1) representar un peligro para la salud humana, (2) provocar modificaciones inaceptables de la composición de los alimentos, o (3) provocar alteraciones de las características organolépticas de éstos (olor, sabor, textura o aspecto).
Por eso, todos los Materiales en Contacto con Alimentos deben pasar obligatoriamente por dos tipos de ensayos de migración antes de llegar al mercado. Uno es el ensayo de migración global, en el que se mide qué cantidad de material migra al alimento. Para ello se usan alimentos o bien unos preparados llamados "simulantes" que simulan las propiedades químicas, físicas y biológicas de los alimentos. El otro es el ensayo de migración específica en el que se identifican los compuestos que migran y en qué cantidad. En ningún caso se pueden superar los límites de migración específica autorizados (LME) que figuran en los anexos de la regulación, que vienen expresados como miligramos de constituyente de material liberado por kilogramo de alimento (mg/kg).
Cómo saber si un envase es seguro
Para saber si un objeto que no se vende en contacto con ningún alimento se puede usar en alimentación, el Reglamento (CE) 1935/2004 establece que cuando se comercialice debe aparecer indicado "para contacto con alimentos". También puede aparecer una indicación específica sobre su uso. O la indicación más frecuente: el pictograma de la copa y el tenedor, que es el distintivo de los productos aptos para uso alimentario.
Cómo saber si un envase se puede reutilizar, calentar o meter en el microondas
Hay pictogramas que sirven para indicar las recomendaciones de uso: apto para lavavajillas, apto para microondas, apto para congelar, etc. Así que, para hacer un uso seguro hay que seguir estas recomendaciones: no meter en el microondas un material no recomendado para ello, no calentar o no congelar si no se especifica este uso, o no reutilizar un envase alimentario con alimentos diferentes al contenido original. Por ejemplo, hay materiales que pueden ser sensibles a los ácidos, así que no se debe rellenar con zumo o leche una botella que antes contenía agua, porque es posible que no se haya evaluado cómo afectará esto a la migración. Del mismo modo, no se debe usar ningún objeto para guardar alimentos si no ha sido diseñado para ello: no se debe usar un jarrón como botella de agua, o una caja de juguetes como tupper, porque no se sabe qué sustancias del material podrían migrar al alimento.
Cómo se mide el impacto medioambiental de un envase
El impacto medioambiental de un envase se mide mediante el análisis de ciclo de vida, ACV (LCA en inglés). Es un balance ecológico con el que se evalúa el impacto ambiental de un producto durante todas las etapas de su existencia, desde la extracción de materias primas, la producción, la distribución, el uso, la posible reutilización, el reciclaje, la valorización y la gestión de residuos.
Las botellas más sostenibles son las reutilizables de plástico
Según el análisis de ciclo de vida, las botellas de plástico reutilizables son más sostenibles que las de vidrio o las de aluminio.
El plástico es un material ligero, inerte y duradero, lo que resulta ventajoso. Pero la realidad es que el 80% de los residuos que llegan al mar son plásticos. El plástico llega al mar porque no se está reciclando ni destruyendo como es debido. En España solo el 66,5% del plástico se recicla y el 12% se incinera para obtener energía. En Europa apenas se recicla el 30%. Por eso, para que un envase de plástico sea de verdad sostenible, debe ser reutilizable. Por eso las botellas de plástico reutilizables son la opción de menor impacto medioambiental.
Con respecto a las botellas de un solo uso, las de plástico PET reciclado serían las más sostenibles, ya que el plástico PET es el que más y mejor se recicla.
En resumen:
Las botellas de plástico reutilizables son seguras para beber agua, también son la opción más sostenible. Para contar con todas las garantías, es necesario hacer un uso correcto del envase atendiendo a las indicaciones del fabricante. Y enjuagar bien después de cada lavado. Además, hay que comprar estos envases en puntos de venta de confianza, y hay que fijarse en que el envase cuente con el distintivo de apto para uso alimentario.