El 1º de mayo es el Día Internacional de los Trabajadores y el lenguaje inclusivo me llevó a echar de menos a las trabajadoras. Es llamativo el cambio mental que ha logrado el feminismo al exigir aparecer en el léxico porque ahora es imposible que escuchar un sustantivo en masculino sin sentir que me falta la mitad de la población. Las mujeres trabajadoras quedan invisibilizadas en un día que si no las nombra las excluye. También recordé con cierto desprecio a esos rancios e inanes que cada Día Internacional de la Mujer repiten ¿Y para cuándo el día de los hombres?

La semana pasada vi un tuit de Unai Sordo, secretario general de CCOO, en el que denunciaba la prevalencia de cáncer de pulmón por enfermedades laborales. Se pregunta si fumas, pero no dónde trabajas, decía Unai Sordo, y me movió la entraña. La primera reacción fue empatizar de manera directa, pero luego vi que las dos voces del vídeo eran masculinas y que en ellas no aparecían las más invisibilizadas, las que enferman por un trabajo invisible. Mi madre fue diagnosticada de cáncer de pulmón el año pasado. Ella no ha fumado un cigarro en su vida más allá de aquellos que aspiraba de manera pasiva cuando nadie preguntaba si podían fumar a su lado en un sitio cerrado, pero ha tragado mucha mierda, lejía, amoníaco y aguarrás. Horas y horas limpiando en casa propia y ajena que no le han dado ni una pensión no contributiva, no sabemos si su labor es la causante de una enfermedad terrible que me inyecta de rabia los ojos cuando recuerdo lo injusta que es la vida. No lo sabemos porque no importa.

Las mujeres que limpian la mierda ajena son las trabajadoras más vulnerables, hasta el punto de que el trabajo que las enferma ni siquiera se reconoce en un diagnóstico, pero es real, concreto y doloroso. Un estudio de la Universidad de Bergen en Noruega demostró que los productos de limpieza del hogar son tan dañinos para los pulmones de una mujer como el efecto de fumar unos 20 cigarrillos al día. Un efecto que no se detectó en los hombres, entre otras cosas porque los hombres nunca han limpiado. El reconocimiento de las enfermedades laborales por parte de las trabajadoras del hogar es uno de los caminos que nos queda por recorrer de manera ambiciosa. Siempre son las enfermedades de las mujeres trabajadoras las que llegan más tarde al reconocimiento legal.

En la Fábrica de Uranio de Andújar (FUA), la factoría donde Franco quiso lograr uranio para su bomba atómica, se produjo una de las afectaciones más masivas de la historia de España de trabajadores y sus familiares a enfermedades graves por la exposición a sustancias tóxicas. La FUA estuvo operativa desde el año 1959 hasta 1981 y fue inaugurada por Franco el 14 de febrero de 1960. En el año 2007 el ministerio de Trabajo reconoció la enfermedad laboral a 54 trabajadores, pero excluyó de esa calificación a sus familiares. El caso de Andújar es paradigmático en el desprecio a la salud de los trabajadores, y de sus mujeres, a quienes las instituciones siguen sin reconocer a pesar de que es un caso flagrante de afectación laboral. Las mujeres de los operarios eran las encargadas de lavar la ropa de trabajo de sus maridos, una ropa que se encontraba contaminada por el polvo de uranio y otras sustancias tóxicas a las que se exponían. El manejo, lavado y manipulado de esa ropa de trabajo expuso a las amas de casa y al resto de familiares del domicilio a unas altas dosis de radiación que acabó por matarlos de cáncer. Pero hasta en eso fueron de segunda las mujeres.

En los barrios obreros en los años 80 era habitual entre los adolescentes llamar a sus madres, a las madres de clase trabajadora, “viejas”. Era la lógica derivada del deterioro físico asociado al trabajo doméstico en barrios más deteriorados, contaminados y con menor salubridad, donde el cuidado ajeno implicaba descuidar el propio. Los partos, en ocasiones los abortos, una alimentación de baja calidad porque los mejores alimentos siempre eran para los hijos y enfermedades laborales asociadas al trabajo doméstico como deterioro vertebral y articular. Una vida donde el descanso es nulo y la salud mental infame. Nuestras madres siempre han necesitado drogas para el insomnio y para la ansiedad, drogas para soportar vivir. El día primero mayo es el día de los trabajadores y de las trabajadoras, también el de nuestras “viejas”.