Pulcinella, Don Cristóbal, Don Roberto, Barriga Verde o Feijóo son diferentes formas de llamar a un fantoche o títere. Feijóo estuvo ayer en el fantocheiro, el teatro donde se desarrolla la obra que nosotros llamamos Senado. Se le veían los hilos al mover los brazos, hilos que al seguirlos llevaban a la sede de El Mundo, que dirige al presidente del PP a través de portadas. Para saber qué hará Feijóo no hay más que mirar cuáles son las instrucciones que le otorga, con amenazas y advertencias, la prensa conservadora y ultra de Madrid. El diario El Mundo ha logrado teledirigir a Feijóo usando la tercera persona para ocultar como información lo que no es más que una posición política editorial. Ya ocurrió cuando amenazó al líder conservador con llegar a un acuerdo con Pedro Sánchez por el Consejo General del Poder Judicial y volvió a funcionar al dictar cuál tendría que ser el tono de la intervención en el Senado.

Feijóo tiene un problema enorme porque para saber cuál es su posición, no hay más que mirar las portadas de los periódicos. No tiene autoridad. No se atreve a llevar la contraria al diktat de su prensa porque no la paga como hacía en Galicia, aquí la que la controla - y la paga- se llama Isabel Díaz Ayuso y se ocupa de filtrar a esos mismos medios que también tiene capacidad para doblar el brazo a su supuesto jefe mandándole whatsapps. Feijóo se calla, no pone orden entre los que le tutelan porque sabe que no tiene poder, y un líder con tal carencia de autoridad y esa percepción de debilidad interna es un líder a merced de las intrigas. Está mientras se le permita estar. Su manera de defenderse de estos controles externos es en sí misma una muestra de debilidad demoledora. Los próximos a Feijóo se defienden ante los periodistas diciendo que vinieron a buscarles a Galicia por lo que sabían hacer, así que les tienen que dejar hacerlo. Su defensa es pedir permiso a los poderes de Madrid para que no le den el golpe de gracia.

Pedro Sánchez fue consciente de la tremenda debilidad que supone minar la autoridad de su oponente y fue a hacer daño. El teatro, también el de títeres, funciona con un pacto entre actores y público para obviar los resortes de la representación, es un acuerdo en el que se obvia que todo es una farsa durante la obra. Pedro Sánchez hizo pedazos esa entente de la dramaturgia enseñando quién está detrás del escenario controlando los títeres y mostrando al guiñol quién maneja los hilos enarbolando las dos portadas de El Mundo. Fue demoledor, se acabó la magia que hacía creer al público de Madrid que el actor que llegaba de Galicia con el aura de estadista y hombre con auctoritas no era más que una marioneta al servicio del poder madrileño.

Feijóo tiene la barriga verde al estilo de la mítica marioneta gallega del maestro José Silvent que recorría los pueblos gallegos a principios del siglo XX hasta el final del franquismo. Barriga Verde representaba escenas de cachiporra donde el personaje luchaba contra los abusos de la autoridad, pero nuestro Feijóo no se atreve demasiado a luchar contra los que le dirigen como a un títere de guante. Barriga Verde acababa todas sus obras con una frase después de terminar de un cachiporrazo con satán: "Morreu o demo, acabouse a peseta" (Muerto el demonio, se acabó la peseta), que era lo que costaba la entrada al espectáculo. No parece que el guiñol de Feijóo se atreva a acabar de un golpe certero con aquellos que le dirigen, no tiene ni fuerza ni autoridad, para terminar con el espectáculo. Que siga el teatro de títeres.